Muchos de los empresarios que querían comenzar un nuevo proyecto y han tenido la posibilidad de elegir han dado marcha atrás, se han guiado por la prudencia y esperar un año a que la economía mejore, se recupere la normalidad para empezar. Pero otros han seguido adelante y la realidad es que montar negocios en plena pandemia es de valientes.
Ojo, no de temerarios, porque aquellos que se han lanzado a dar el paso suelen hacerlo con los pies en el suelo. Saben que este año firmarían cubrir gastos. Pero muchas veces ven la oportunidad de hacerse con un buen local. La desgracias de unos que cierran es aprovechada por otros para situar mejor sus empresas de cara a los próximos años.
Otras veces se trata de poner en marcha algo que funcionará con un plan de negocios a largo plazo y en estos primeros meses simplemente servirá para afinar procesos. De esta forma si el año que viene llega la recuperación el equipo de trabajo está perfectamente capacitado para sacar adelante mucho más trabajo.
Lo cierto es que es un riesgo muy importante. Pero la diferencia entre arriesgarse o ser un temerario está en la medida que hacemos de la posibilidad de que algo salga mal. Y también en nuestra capacidad para aguantar económicamente sosteniendo el proyecto hasta que comience a ser rentable.
Lógicamente también se requiere de una adaptación a las nuevas circunstancias. Habrá menos personal contratado, una oferta de producto más reducida y a ser posible con un margen suficiente para ir recuperando parte de la inversión, aunque el ROI del primer año sea prácticamente plano.