Cuando era pequeño estuve unos pocos años en un colegio privado y allí descubrí lo que significaba la palabra “sindicato”. Uno de los niños lo usó como un insulto (“¡sindicalista!” me gritó) por considerar que no tenía la misma clase social que el resto. Al llegar a casa me explicaron en qué consistía aquello. Me dijeron que es algo así como una organización formada por trabajadores que luchan por defender sus intereses en las empresas.
Aquello no me pareció un insulto pero el entorno era tremendamente clasista y racista así que tras mucho rogar terminé volviendo a mi querida escuela pública. Ahora viene la ironía del destino.
Muchos años después llegó esta “maravillosa” crisis y mi padre sufrió un ERE tras mucho tiempo de duro trabajo en el que se observó una postura pasiva de los sindicatos que era contraria al interés de los trabajadores y a su propia naturaleza.
¿Por qué? Los sindicatos se lucran con los EREs al cobrar entre 100 y 400 € por un servicio de asesoría jurídica que en muchos casos se limita a decir “firma” aunque sea contrario a los intereses del trabajador. En esta empresa quienes “zanjaron” el problema firmando con el sindicato lograron un pésimo acuerdo y los que no lo hicieron siguen en juicio con la empresa luchando por sus verdaderos derechos al lado de una abogada no sindical.
Sentimiento de traición
Algunos empleados no tardaron en darse cuenta de lo que habían firmado y lo que podían haber exigido por ley, de modo que muchos se sintieron traicionados y engañados por el sindicato pues no esperaban que les instarían a firmar algo tan poco provechoso para sus intereses individuales.
Tengamos en cuenta una cosa, en ocasiones los grandes sindicatos cobran hasta un 15% de la cantidad que obtienen los trabajadores como indemnización por encima de los veinte días por año trabajado. Esta realidad muchas veces escapa del conocimiento de los interesados pues se descuenta automáticamente de la indemnización antes de ser percibida.
Tras estar varios meses sin cobrar muchos accedieron a la sucia propuesta de la empresa: firmar un finiquito que no cobrarían realmente para al menos poder acceder al paro ya que no podían aguantar más (muchos tenían hijos y familias a las que mantener), mientras, los sindicatos se encontraban en las puertas gritando insultos. Se sintieron traicionados por la empresa y los sindicatos… estaban totalmente solos.
Con el espectacular aumento de EREs algunos nos planteamos si cuando debaten al respecto están negociando cuánto dinero van a ganar o si se preocupan realmente de lo mejor para el trabajador.
Todos sabemos que se convocó una huelga tardía e inefectiva ante las medidas tomadas por la crisis y que una gran mayoría de trabajadores ya no se sienten representados por estas organizaciones.
De hecho las cifras de paro han llegado a ser tan altas que se echa de menos que alguien defienda los derechos de los desempleados.
Nos encontramos ante un estallido social en el que esta pasividad debe tener su importancia. ¿Los sindicatos traicionan a los trabajadores? ¿dónde están? ¿han desaparecido? ¿“sindicalista” era realmente un insulto?
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