En un contexto como el actual, caracterizado por una escasez crónica de puestos de trabajo y con tasas de desempleo que rara vez han bajado del 15% en los últimos diez años, parecería una auténtica locura rechazar cualquier propuesta de empleo, por muy lejana que esta estuviese de nuestra cualificación profesional o de nuestra experiencia.
Sin embargo, en determinadas circunstancias, rechazar una oferta de empleo puede ser la mejor opción posible. De hecho, incluso aunque en ese momento no tengamos trabajo o estemos en pleno período de transición hacia la empleabilidad, aceptar un trabajo que esté lejos de nuestras aspiraciones puede crear más frustración que contribuir a nuestro éxito profesional.
Esto es especialmente necesario cuando estamos en un proceso de selección de algo que no nos motiva. No todo vale en la búsqueda de empleo, y nuestra actitud no debe transmitir ansiedad ni necesidad. De hecho, sea cual sea nuestra situación actual, es honesto admitir que el trabajo que te ofrecen no es para ti y decir que no es la opción correcta.
Pero, entonces, ¿cuál es la supuesta opción correcta? Lo primero es no dejarse cegar por ofertas que prometen aparente seguridad económica que provoque una decisión errónea o precipitada. Hay que centrarse en lo que mejor sabemos hacer o cuál es el valor añadido que podemos aportar a nuestra empresa.
Para ello, resultará clave tener el control y gestionar las perspectivas de nuestra carrera de manera meditada para marcar los siguientes pasos, ya que todos los grandes cambios surgen siempre de la reflexión, la planificación y la estrategia; rara vez se toman buenas decisiones de forma impulsiva.
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