En la avenida donde vivo se pueden encontrar muchos anuncios de “se alquila” pegados en los locales donde aún se ven los carteles de los negocios cerrados a medio tapar. Estoy seguro que es el panorama que muchos de ustedes ven a diario.
Un empresario, o quizás un autónomo, vio cómo el consumo caía en picado pero no lo hacían los precios del alquiler así como otros gastos así que tuvo que cerrar cuando las esperanzas desaparecieron una a una.
Ahora queda ese local hueco mirando a la gente pasar con un suelo lleno de facturas que les han seguido pasando bajo la puerta. Tras ese polvoriento escaparate se esconden unas cifras terribles y unos sueños destrozados apretados en el cajón de un mueble abandonado.
4.200.000 parados caminan de un lado a otro frente al escaparate subiendo y bajando la avenida como si los que se alquilaran realmente fuesen ellos mismos. Algunos se preguntan si cuando lleguen a los 65 años habrán podido cotizar 38 o si estos tiempos de miseria les van a acompañar toda la vida.
Muchas de estas personas lo darían todo por cruzar el cristal, abrir la puerta y decir con una sonrisa al primer cliente: “¿en qué puedo ayudarle?” haciendo que todo vuelva a ser como antes... pero al despertar del sueño siguen caminando sin rumbo fijo esperando una oportunidad.
Puede parecer una redacción dramática pero es que esto, no lo ignoren, es un drama. No quiero hablar de culpables ni señalar con el dedo pero está claro que son momentos complicados para muchas personas: parados, trabajadores, autónomos y empresarios. Todos formamos parte del mismo sistema y nos apoyamos unos en otros.
Mi avenida se llama España (creo que la conocéis) y no sé qué puedo hacer por ella. Algunos me animan a alquilar un local mientras me miran con cara de susto. Otros me dicen que sea valiente y contrate a gente dándome una palmada en la espalda… aunque por supuesto no falta quien me dice que me vaya a otras avenidas mejores o que me cambie de edificio, que el de Canarias (en mi caso) está fatal. Lo cierto es que los locales cerrados no inspiran confianza.
Llego a mi casa bastante confuso y pongo la televisión. Por error marco el dial de lo que era CNN+ para informarme de lo que pasa pero me encuentro Gran Hermano 24 horas. Tras sentirme como un borrego cambio al telediario donde una reportera lanza una piedra a un lago congelado recordándonos que en invierno hace frío. Luego me entero de que en el fútbol se pagan 58 millones por contar con un nuevo trabajador en la plantilla mientras el resto del mundo paga por quitarlos.
Entonces, enfadado, me asomo a la ventana para respirar hondo y veo a una persona perdida mirándose en un escaparate vacío. Al fijarme en el cristal me parece ver que el cartel naranja que reza “se alquila” está colgando de su cuello. Y aunque solo es un reflejo me da pena. Hoy solo quiero decirles… que siento pena.
Más información | El País, El Mundo
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Imagen | Quenerapú