Desde el inicio de la crisis los empresarios han ido demandando cada vez con un mayor énfasis la necesidad de contar con una menor presión fiscal, que les permita capear las consecuencias de esta con una mayor solvencia, e incrementar sus ventas al poder ofrecer unas tarifas más competitivas al no tener que trasladar tanta carga tributaria a los clientes.
Con el paso del tiempo, los gobiernos de los países europeos están empezando a admitir que tal vez sea el momento de introducir estímulos en la economía, que comiencen a cambiar las cosas por el lado de la demanda. Pues bien, lejos de esperar que esta iniciativa venga del lado de los países más disciplinados desde el punto de vista presupuestario, ha sido nuestra vecina Portugal la que está proporcionando este impulso.
Y lo que han hecho es bajar el Impuesto de Sociedades del 25 % al 23 %, de manera que se proporcionará un importante estímulo a las empresas para que puedan retener un poco más del producto que generan, y les sea algo más cómodo sobrepasar las épocas de pago de impuestos.
Llegado este importante hito, me pregunto si en los próximos meses será posible ver algo parecido en España, un país en el que las alzas de impuestos han hecho tanto daño a nuestras empresas, y no solo eso, sino que ha elevado hasta niveles record el fraude fiscal y las actividades económicas al margen de la legalidad. Tal vez nuestros gobernantes se hayan dado cuenta tarde de los maliciosos efectos de este tipo de políticas, pero nunca es tarde si la dicha es buena.
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