Si perder el empleo puede convertirse en una experiencia traumática, tener que cerrar tu empresa pone a prueba la salud de cualquiera, tanto física como mental. Hace unos días podíamos ver un buen ejemplo, cuando Remo comentaba las dificultades a las que se enfrentaba un conocido, al ver como se aproximaba ese momento tan aciago.
La situación de los empresarios parados es mucho peor que la de los asalariados que pierden su trabajo. Mientras que estos últimos suelen gozar de apoyo en forma de prestación por desempleo y subsidios varios, el empresario se enfrenta a la ruina con su patrimonio personal y con un buen atajo de deudas. En esta situación, se pasa por varias etapas.
Tras el cierre de la empresa, la primera etapa es la del optimismo. El empresario intenta hacer frente a la situación con planes para resolver sus problemas, se plantea la búsqueda de trabajo de forma activa, diseña estrategias, etc.
Si las perspectivas del ex empresario no se cumplen, se pasa a una segunda fase llamada etapa obsesiva. En esta, se choca de frente con la realidad. A partir de este momento, comienzan a surgir los primeros problemas de salud.
Por último, se cae en la apatía y el desinterés. Los días pasan por igual, sin que nada cambie. En esta fase, el empresario se siente un fracasado. Si habeis visto Los lunes al sol o conoceis a algún parado de larga duración, tendreis una idea muy clara de lo que os hablo.
Obviamente, la ansiedad generada por esta situación (maxime si hay que enfrentarse a deudas no cubiertas tras la liquidación de la empresa) puede hacer mella en nuestra salud. Los problemas más leves son los asociados al imsomnio o a la dificultad de concentración, mientras que los más graves pueden desembocar en problemas cardiovasculares y desarrollo de adicciones (siendo muy frecuente el alcoholismo).
Del mismo modo que no hay soluciones mágicas para sobreponernos al cierre de una empresa, tampoco las hay para superar este síndrome. Sin embargo, hay unas pautas comunes que deberíamos intentar seguir si nos encontramos en esta situación:
Establecer una rutina: Si en nuestra empresa trabajabamos de 8 a 3, deberíamos ocupar ese tiempo para diseñar nuevas estrategias, buscar trabajo o salir a correr. Es muy fácil caer en la inactividad. Y esta es la mejor aliada del desánimo y de los trastornos depresivos.
Compartir nuestro problema: Ni hay que agobiar a la familia con nuestras dificultades ni hay que guardárselo todo. Hablar con amigos y familiares sobre nuestra situación puede aliviarnos en parte. Asimismo, quizá estos puedan ayudarnos de una forma u otra (económicamente, pasando la voz sobre nuestra situación, etc.).
No caer en la desesperación: A medida que pasen los días vamos a sentir como la presión puede con nosotros. Por mucho que cueste, hay que evitar a toda costa que los problemas nos agoten y acaben con nuestra estima.
Imagino que, a los que se encuentren en esta situación, este post les parecerá buenismo inutil. Pero nunca viene mal que te recuerden, cuando estás en el fondo del agujero, que siempre hay una salida a mano.
Vía | Cinco Días Video | CensuraPirata En Pymes y Autónomos | ¿El 65% de las empresas se encuentra al borde de la quiebra?