Las manos de Luis se afanaban en decorar el escaparate con los colores de la navidad como si fuera un ritual. Solo eran negocios, “una manera de atraer al dinero”, se repetía a sí mismo para no sentir asco por la purpurina. El suyo era uno de los pocos negocios de la zona cuyos ingresos parecían capear la crisis, pero era difícil verle feliz aparte de a la hora de hacer caja.
Pasaba su vida entre la tienda y su casa, situada en la planta superior, hasta que un día comprobó que nadie entraba en la tienda y decidió pisar la calle. El día estaba inusualmente oscuro y las únicas luces visibles eran las de la guirnalda navideña de su escaparate, que le iluminaban la espalda de forma intermitente. Giró sobre sí mismo buscando una explicación para aquella noche repentina, hasta que entre las sombras apareció una figura humana.
- Hola, Luis
- ¿Quién es? – preguntó asustado al escuchar su nombre
- La pregunta adecuada es cuándo.
- ¿Cuándo?
- Soy el pasado – ante dicha respuesta, Luis intentó refugiarse en su tienda, pero había desaparecido. Todo era negro y solo persistía la fantasmagórica luz de una guirnalda navideña ahora inexistente. – ¿Recuerdas tus sueños, Luis? Lo que deseabas conseguir antes de abrir el negocio…
- Por supuesto. Y lo conseguí... tengo suficiente dinero como para vivir tranquilamente.
- ¡Estúpido! ¿crees que soñabas con eso?
- ¡Nunca soñé con un gran imperio!
- En tus sueños sonreías, Luis. – el silencio golpeó como una brisa fantasmal
- Las cosas no están como para sonreír ¡muéstrame tu rostro!
- ¿De verdad? Mira allí – le mostró una cola infinita de personas que se perdían en el horizonte. – Gente sin trabajo… y si buscas encontrarás a muchos que sonríen. Créeme que no soñaron con estar ahí, pero han conseguido más que tú.
- ¿Cómo van a conseguir más que yo? Pero… ¿de qué hablas?
- Soy el presente. Veo que has conseguido dinero, pero no felicidad. ¡Soy el futuro! Y veo que has cerrado la tienda, pero en tu cara sigue la misma expresión ajada, como si ahora mismo estuvieses experimentando ese fracaso. Renunciaste a tu sueño, viviste en una burbuja y caerás en un abismo. Pero siempre con la misma actitud, Luis.
- ¡Déjame en paz!
- Soy el presente, el pasado y el futuro. – La sombra se acercó dejando ver su rostro: era el de Luis. Estaba arrugado y triste, con expresión perdida y ojos cansados. Los labios temblaron antes de desaparecer repentinamente.
Tan pronto como empezó, todo terminó y Luis miró a su alrededor con confusión. Muchos de los locales estaban cerrados y en venta, siendo el suyo uno de los pocos que permanecían iluminados. Cogió el pomo de la puerta y miró al interior volviendo a ver su rostro triste reflejado en el cristal. Intentó forzar una sonrisa pero sus labios solo pudieron temblar como los de la sombra.
Ya en el interior se apoyó en el mostrador tapando su cara con las manos mientras recordaba sus sueños con tristeza. Entonces, durante un momento sonrió levemente al pensar cómo se habría visto a sí mismo siendo joven. Con ese espíritu pensó que el futuro podía cambiar o podía estar escrito, pero de él dependía intentar ser feliz y agradecido. Todavía podía lograr lo que realmente deseaba conseguir cuando era joven.
Todos perseguimos la felicidad y es un error vincularla con el éxito o el fracaso, es un error creer que no la merecemos y es un error no buscarla en los pequeños momentos, porque ahí es donde está. La única manera real de ser derrotados en la vida y en los negocios es dejar que muera nuestra sonrisa. Seamos agradecidos y utilicemos esta energía para impulsarnos mientras nos lata el corazón.
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