A veces es complicado explicar a alguien qué es la nube o qué servicios están en la nube y cuáles no. En realidad la nube no es algo etéreo sino una forma sencilla de explicar que tenemos datos o servicios que son accesibles desde cualquier lugar siempre que tengamos un dispositivo conectado a internet. Pero tus datos o las aplicaciones que ejecutamos están guardados siempre en el servidor de otro.
Pero muchas veces no pensamos que servicios tan habituales como el correo electrónico que utilizamos cada día también está en la nube. Es cierto que en muchas ocasiones se descarga en local, pero también se puede guardar una copia en el servidor. Lo mismo ocurre con otros servicios que ya se han vuelto habituales como Dropbox.
¿Dónde están tus archivos en la nube?
¿Dónde están nuestros archivos de Dropbox? Que los tengamos en nuestro disco duro no significa que la copia almacenada en "la nube" no esté en los servidores de un centro de datos, donde se juntan miles de servidores para ofrecer el almacenamiento a millones de archivos. Por lo tanto la nube sólo es el mecanismo que nos va a permitir acceder a estos archivos.
Lo mismo ocurre con las aplicaciones que ejecutamos en la nube. Aplicaciones de facturación, de proyectos, notas, etc. Al final se están ejecutando el servidor de algún centro de datos, que ni siquiera tienen que ser propiedad de los responsables de la aplicación que contratan en la nube las infraestructuras que necesitan, ya sea de forma real o virtual. Amazon o Azure son dos de las plataformas más populares.
¿Y el peligro de perder los datos? La verdad es que es mucho más fácil que el acceso a estos archivos y aplicaciones se produzca por un descuido nuestro a la hora de acceder, desde redes públicas que no son seguras para evitar tener que utilizar nuestra tarifa de datos, por contraseñas muy débiles, etc.
Las ventajas e inconvenientes de la nube más allá del control de los datos
El otro gran problema de la nube es la dependencia de una conexión a internet. Esto que hace apenas tres o cuatro años podía ser un problema para muchas empresas hoy en día se ha convertido en una ventaja, puesto que las conexiones son redundantes y será más fácil seguir trabajando si nos falla el acceso a Internet en la oficina en casa o a través de la conexión de datos del smartphone, que si tenemos un problema con el ordenador donde tenemos instalada la aplicación.
También para muchas empresas supone un inconveniente pasar a planes de pago mensuales. Por mucho que hablemos de cambiar mentalidad, de asumir que pagamos mensualmente en lugar de hacerlo anual o que pagamos sólo por lo que utilizamos, todavía muchos no aceptan esta filosofía.
Aquí hay dos tipos de aplicaciones, aquellas que se actualizan de forma anual, en las que el pago por uso más o menos viene a cubrir estas necesidades de actualización constante. Pero hay otras donde no se necesita tanta actualización, y se compra un software y se utiliza incluso más allá del tiempo útil de soporte, con lo que a nivel de rentabilidad para la empresa sale mucho mejor, incluso aunque no se incorporen las últimas novedades.
En todo caso cada vez son más las aplicaciones que utilizan este modelo de software, sobre todo aquellas que tienen movimientos en sus plantillas, que crecen o disminuyen según el momento estacional o que no quieren dejar inmovilizado una gran parte de su capital en un software para instalar en sus equipos que no saben si podrán exprimir durante el número de años requerido.
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