
Está muy bien que compremos nuevos terminales de telefonía móvil para nuestra empresa o día a día profesional, esta muy bien que compremos mil y un portátiles, tabletas y demás, y esta muy bien que a estos les instalemos mil y una aplicaciones. Está muy bien sí, siempre que no suponga un lastre para nuestra eficiencia.
Y digo ello, dado que son muchas las personas (entre ellas yo mismo a veces) las que convierten herramientas a priori de productividad en herramientas de improductividad cuando nos pasamos más tiempo instalándolas, configurándolas y aprendiendo su funcionamiento que no usándolas.
¿Y ello quiere decir que no hemos de tener los últimos aparatos que salgan al mercado?, ¿o ello quiere decir que hemos de renunciar a instalar y tener las últimas y mejores aplicaciones que pueden resultarnos de interés? No, no significa nada de ello.
Significa que está muy bien que nos compremos y nos instalemos cositas, siempre y cuando responda a una utilidad o utilidades concretas, y siempre y cuando no nos pasemos el día perdiendo el tiempo en acciones secundarias, en lugar de dedicarnos a lo que realmente nos debemos dedicar.
Que conste que ello no impide que podamos probar y reprobar, instalar y desinstalar, comprar y darnos cuenta de que ese gadget no tiene la utilidad que nos pensábamos, o bien que al contrario le podremos sacar más jugo del que nos esperábamos. Y en gran parte ello se aprende y se ve probando, pero probando sin que nos haga ser lo contrario a lo que pretendemos, sin que nos haga ser improductivos.
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Imagen | Juanjo Marin