Cuando éramos niños, al menos en la década de los 80, era normal que hubiera profesores muy abiertos, que te trataban como si fueran tu padre o tu tío. Incluso un hermano mayor, pero desafortunadamente aún quedaba ese perfil de profesor que pensaba que con mano dura y gritos, rendirías más.
Creer que el paso del tiempo nos convierte en más altos, listos y mejores personas obviamente es un pensamiento infantil, porque los jefes que opinan que un grito a tiempo es lo mejor para hacerse respetar, todavía existen.
De hecho, vamos a llamarlo jefe, compañero o cualquier miembro de una empresa que se crea superior al que humilla. Un equipo jamás rendirá bajo la batuta de personas con ese perfil.
Como en todo, los investigadores preparan sus mentes para realizar estudios profundos sobre este tipo de liderazgo o comportamiento. ¿El resultado? Según, Rebecca Greenbaum, profesora de la Escuela de Administración y Relaciones Laborales de la Universidad Rutgers, un jefe con esas características logra que el equipo funcione, sí.
Pero los resultados positivos durarán poco tiempo. La razón es obvia, a nadie le gusta trabajar en un ambiente donde los gritos y el "porque yo lo digo" es el mantra diario. Que no quede otro remedio, es otro asunto.
Antes de que se pusiera de moda intentar ser el mejor líder-jefe, las empresas estaban plagadas de figuras de este tipo. Y el resultado era el mismo. El personal trabajaba con el miedo en el cuerpo. Se salía llorando del despacho del jefe (normalmente con menor preparación que el subordinado) y éste se iba satisfecho a casa sin ningún remordimiento.
Entre los trabajadores el ambiente era dispar. Había un grupo que admitía sin miedo que así no se podía trabajar y confesaban tener ataques de ansiedad a diario, y otros que por conservar su puesto, le hacían la ola a semejante personaje.
No hace falta poner como ejemplo siempre a una empresa con mesas, ordenadores y demás. En un supermercado, es fácil observar cómo los mandos intermedios tratan (en algunos casos) con una superioridad y malas formas a lo que hace un tiempo fueron sus compañeros.
Es fácil de entender que este tipo de comportamiento guste a las altas esferas. Sobre todo, si hablamos de un perfil donde se posee una personalidad fuerte, excesiva confianza, un ego bien cultivado y capacidad para encontrar soluciones.
¿El problema? Sólo piensan en ellos y en los resultados, en la imagen que proyectan a los superiores, por lo tanto la falta de empatía cada vez disminuye y al final, ese compañero ideal, acaba convirtiéndose en un tirano de manual.
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