Recientemente KPMG presentó el estudio anual sobre el impuesto sobre sociedades y los impuestos indirectos en el mundo (Corporate and Indirect Tax Rate Survey en el que se refleja que España fue el país del mundo que más incrementó el IVA en 2012.
En el informe KPMG se centra en el hecho de la subida en tres puntos del IVA hasta situarse en el 21%, después de que el 1 de septiembre entrara en vigor los nuevos tipos de gravamen acordados por el Gobierno. Más allá de la frialdad de los datos hay una realidad subyacente.
Esos tres puntos, después de cuatro años de crisis y siendo España uno de los países más afectados, me refiero especialmente en cifras de desempleo, y añadiendo que escasamente un año y medio antes el gobierno socialista actualizó el IVA en dos puntos, supone un incremento de casi un tercio en el IVA en 18 meses.
No me queda claro que el efecto en la recaudación por IVA haya sido positivo, más bien me reservo el beneficio de la duda, pero con cayendo mes tras mes el consumo interior y encareciéndolo todo vía impuestos o inflación no es el mejor estímulo para reactivar la economía, ni por supuesto, el consumo.
Desde luego promover un sistema fiscal como el de los países escandinavos, de los más altos del mundo, pero justificados en su condición de ser los creadores de la denominada rueda del bienestar,y sin escándalos de corrupción, justificados en su ética calvinista, no es exportable al modelo español.
Ni tenemos los servicios públicos de los que ellos disponen, ni en cantidad ni en calidad, y toda nuestra política esta salpicada de una corrupción desaforada, lo que provoca, aunque esté mal decirlo, es incentivar al fraude fiscal por la desconfianza que generan las instituciones.