A día de hoy, no cabe duda que la pandemia de la COVID-19 va a cambiar numerosos aspectos de nuestra vida cotidiana. Muchos de ellos se centrarán en la prevención de la enfermedad, que supondrán cierto distanciamiento social, mucha higiene y estar dispuestos a hacernos tests periódicos.
Pero, ¿qué puede ocurrir a nivel laboral, y más concretamente, con el teletrabajo? El Gobierno ya ha anunciado su intención de ampliar esta modalidad durante al menos dos meses más, pero puede el trabajo remoto haya venido para quedarse.
Su implantación fue más precipitada de lo que a las empresas les hubiese gustado. No ha habido casi tiempo para establecer los procedimientos y la metodología de trabajo para sus empleados ni para probar las conexiones y seguridad dentro de los domicilios de los trabajadores.
Sin embargo, casi dos meses después de la declaración del estado de alarma, podemos afirmar que esta experiencia ha estado más cerca del éxito que del fracaso. La duda ahora es saber si podrá consolidarse como un modelo alternativo al presentismo laboral.
Hasta ahora, era visto como una herramienta que se utilizaba para ofrecer valor al empleado. Una suerte de recompensa para fomentar la conciliación entre los trabajadores e incrementar su productividad y motivación más allá del sueldo. Ahora se ha convertido en una necesidad, y los trabajadores han demostrado que sí se podía.
Por eso, los expertos creen que este ensayo masivo de teletrabajo puede suponer un cambio de paradigma. Todo lo que rodea a la pandemia parece negativo; sin embargo, al menos ha servido para cambiar la mentalidad laboral y fomentar un modelo de trabajo que es mucho más interesante y favorable para los empleados.