La confianza es una base fundamental en las relaciones entre las personas, como lo es entre las empresas. Como en muchos otros aspectos de la vida, los excesos son malos.
La confianza es algo que es más fácil de perder que de conseguir, esto no es ningún secreto, pero ser desconfiado por sistema, es un error; aunque puede ser útil en determinadas ocasiones. Tan peligroso como ser desconfiado es ser confiado, cuando se es en exceso y sobre todo cuando no hay motivos. En el resto del post me referiré por confiado y desconfiado al que lo es en exceso.
Un empresario confiado/desconfiado puede hacer daño a la empresa, a los empleados, a los clientes e incluso a su propia salud. Vamos por partes:
Cuando el empresario es un desconfiado.
Si no se fía de sus empleados, pensará que estos siempre se la quieren jugar, estará en un permanente estado de alerta, que le llevará a controlar todos sus movimientos, lo que es doblemente perjudicial, el empleado trabajará incómodo sintiendo el aliento del jefe en el cogote; pero el propio empresario puede generar sobre si mismo tal estrés que pueda llegar a afectar seriamente la propia salud. Ante esto el empresario debe tomarse las cosas con calma, ser precavido, pero no desconfiar de sus empleados hasta que no haya un motivo que no sea la propia paranoia.
Si no se fía de sus clientes, eso puede derivar en un trato inadecuado o descuidado, si piensa que no le van a pagar, o que por muy bien que los trate se irán igualmente con otro que simplemente les haga mejor precio, probablemente acabe ocurriendo justo eso que teme. Sin duda son situaciones que se pueden dar, clientes morosos e "infieles" los hay en todas partes, pero mostrarse desconfiado no ayuda en nada, por supuesto si un cliente no paga una vez, ya puedes empezar a desconfiar, si no paga una segunda vez, no le des una tercera oportunidad, por muy importante que sea, o probablemente estarías cayendo al lado contrario, el del empresario confiado; del que hablaré unas líneas más adelante.
Si no se fía de sus proveedores, lo mismo que en el caso anterior, puede provocar que los proveedores no se fien de él, una vez rota la confianza mutua, es difícil restablecerla, puede que haya más proveedores que horas en el día, pero a veces es difícil encontrar uno que nos satisfaga.
Cuando el empresario es un confiado.
El problema es mayor, un empresado confiado (recordemos que hablo de que lo sea en exceso), puede acabar siendo timado por todo el mundo, lo que es perjudicial, sobre todo para él mismo y para la marcha de la empresa.
En definitiva, y aquí no descubro nada nuevo, en medio está la virtud, no hay que ser confiado ni deconfiado, al menos mientras no te hayan dado motivos para lo uno ni para lo otro. Lo habitual es cuando se inicia una relación dar ese voto de confianza, que no es más que, tienes mi confinza hasta que me defraudes.
En Pymes y Autónomos |Cuando la palabra y la confianza es la garantía de la deuda Imagen | Fran Carreira