No soy precisamente un enamorado del deporte rey de nuestras tierras, es decir del futbol, aunque sí que soy un seguidor esporádico del mismo, del mismo entendido como un espectáculo de entretenimiento que se sustenta entre muchas otras cosas en saber mover pasiones y despertar emociones. Pero aunque no sea un acérrimo forofo del mismo sí que puedo sacar del mismo una serie de conclusiones aplicadas al ámbito de la gestión empresarial que considero interesantes.
Precisamente considero que si el futbol es lo que es y representa lo que representa más allá de ciertas significaciones territoriales o políticas es por esta capacidad de despertar emociones que en el anterior párrafo he mencionado, si ello lo aplicamos al mundo de la empresa en general nos encontraremos que si con nuestro producto o servicio puede que en muchos casos igual no conseguimos despertar emociones pero si crear una vinculación personal con nosotros tendremos mucho ganado.
Cometeremos un error si en el futbol (al igual que en la política) no vemos que además de las consideraciones y motivaciones personales que cada uno de nosotros podamos encontrar, nos encontramos con dos engranajes que pretenden (igual que nosotros pretendemos vender nuestros productos o servicios), vendernos sus productos o servicios, en el caso del futbol sus clientes serán sus seguidores y en el caso de la política sus votantes y para ello cada uno nos ofrecerá sus “productos”, llámese jugadores de renombre o simbología en un caso y unos candidatos, idiosincrasia o programa en el otro (o en ambos), pero en definitiva se trata de vender un producto.
Pero tema de especial mención es como nos venden sus “productos” concretamente los equipos de futbol y aquí es donde quiero entrar para vincularlo directamente con la empresa privada convencional, no hablando de las estrategias de marketing utilizadas para ello sino de cómo se vinculan a sus seguidores, es decir a sus clientes.
En estos últimos años precisamente en España hemos visto un claro ejemplo de ello, los dos grandes clubs de la liga española han desarrollado dos modelos completamente opuestos de modelo ya no futbolístico, sino empresarial, cada uno de ellos pretende representar una forma de entender la vida, una forma de llegar a sus clientes, una forma de presentarse y desarrollarse en sociedad, una forma particular que les diferencie del resto y les dé un sello particular que los haga merecedores de ser seguidos por aquellos que se encuentran dentro de sus espectro, ¿no es eso lo que pretendemos hacer nosotros cada día con nuestros productos o servicios?.
Tema aparte será valorar cual es el mejor o peor modelo, cual es el “bueno”, sinceramente y más allá de mis preferencias personales creo que no hay modelo “bueno”, hay dos modelos opuestos pero validos en sí mismos, dos modelos que se plantean desde dos prismas diferentes pero que tienen una única finalidad, una única finalidad que no es otra que ganar.
A partir de aquí deberíamos analizar cual aporta mejores resultados, cual no, pero los dos cumplen su objetivo, tanto el que aparentemente se construye con la meta como único objetivo, como el que considera que el estilo es la meta, ¿y nosotros como empresa por cual apostamos?, yo apuesto por un hibrido, yo apuesto en construirse (en base a un estilo) para ganar, pues considero que el sello (sea cual sea, pues no se trata de gustarle a todo el mundo, se trata de gustarle al que te va a “comprar”) es el que nos hará ganar.
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