Se le está dando muchas vueltas a la cuestión de la innovación. Cada día, aparecen noticias sobre novedades, nuevas tendencias, nuevas aplicaciones, ... sin embargo, no todo eso es negocio. Muchas de las cosas que consideramos rompedoras, que captan la atención de miles o millones de personas, no tienen después un reflejo en una actividad económica rentable.
No es mi intención discutir sobre el modelo de negocio de Facebook, por ejemplo. Una herramienta con una aceptación enorme entre los internautas, particulares, pymes e incluso grandes corporaciones hacen uso de Facebook, unos para su vida privada, otros para dar publicidad a su negocio y otros para mantenerse en contacto con sus clientes o como medio de comunicación y difusión de su marca. ¿Supone eso, ahora mismo un negocio?
Hace unos días se hablo en este blog de las Empresas de Base Tecnológica, muchas de éstas surgen de proyectos de investigación que, en un momento determinado, pasan de la fase de proyecto a la iniciativa empresarial. Es entonces cuando se viste a ese proyecto innovador de un modelo de negocio que trata de buscar una rentabilidad y se transforma en empresa, que genera un negocio.
La innovación, en sí misma, no es un negocio. Mientras esa iniciativa no se dote del necesario modelo de negocio, no evolucionará y se quedará en la fase de proyecto. En algunos casos, esos proyectos se finalizan sin encontrar una verdadera aplicación a un sistema que genere recursos que rentabilicen el esfuerzo económico, de trabajo, conocimientos y el tiempo invertido en su desarrollo.
Podemos encontrarnos, entonces, ante un descubrimiento innovador, una aplicación de éxito o un producto revolucionario, que pueden tener una gran aceptación, pero que no monetizan ese interés, eso no es un negocio. Durante años asistimos a un auge de los juegos en red, alguno de ellos con muchísimos seguidores a nivel mundial, pero cuyos creadores apenas podían rentabilizar más que a base de donaciones, obviamente, eso no era un negocio.
La innovación es un instrumento que, bien aplicado, puede suponer para la empresa una constante fuente de ventajas competitivas, esas ventajas bien aplicadas pueden captar la atención del mercado y suponer para la empresa muchos más ingresos. Pero esas innovaciones no son un negocio por si misma si no tiene una aplicación real sobre un mercado real que esté dispuesto a gastarse sus euros en ellas.
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