Hay un montón de juegos que nos pueden servir como modelo de gestión empresarial y uno de ellos es el ajedrez. Tanto cuando nos encontramos delante de un tablero como al enfrentarnos a la tarea de dirigir un negocio debemos adaptarnos a las reglas y a las distintas situaciones que nos irán surgiendo.
Jugador de ajedrez y empresario comparten muchos aspectos. Por eso podemos sacar muchas conclusiones de la manera de comportarse de los ajedrecistas y adoptar esas pautas para la gestión de nuestro negocio.
En el ajedrez cada pieza tiene un valor, una posición inicial y unos movimientos asignados. También el empresario cuenta con un equipo y debe conocer las habilidades, las actitudes y aptitudes de cada uno de sus componentes para sacar el mejor provecho de ellos.
El ajedrez tiene un objetivo y el jugador trabaja para lograrlo. De la misma manera el empresario ha de fijar qué es lo que quiere lograr para poner todos lo medios a su alcance para conseguirlo.
El jugador de ajedrez y el empresario han de fijar sus estrategias. Es imposible ganar una partida de ajedrez o lograr el éxito empresarial sin estrategias que determinen los movimientos a realizar y que sirvan de ayuda en la asignación de recursos y en las tomas de decisiones. Pero, además, esas estrategias han de poder ser modificadas según las condiciones en las que se desarrolle la partida o la actividad del negocio.
Los buenos jugadores de ajedrez siempre buscan ancipar lo que va a hacer el contrario. Estudian las consecuencias que cada uno de sus movimientos provoca en su adversario y procuran anticiparlas para tomar ventaja. El empresario también debe intentar ir por delante de su mercado, de sus competidores, incluso de sus clientes, para poder llevar la iniciativa que le permita alcanzar posiciones ventajosas.
El jugador de ajedrez medita cada uno de sus movimientos pero tiene un tiempo limitado para realizarlos. De igual modo, el empresario debe ponderar qué hacer y las consecuencias de ello, pero no debe caer en la “parálisis por análisis” que le impida dar el paso y pensarse demasiado la decisión a tomar.
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