La mayor obsesión de un empresario es la de maximizar sus beneficios. En muchas ocasiones, se hace una planificación del negocio y se trabaja muy duramente para aumentar el margen comercial de la actividad buscando una obtención mayor de beneficios y que estos crezcan año a año.
Sin embargo esa estrategia no tiene por qué ser la mejor. Si descuidamos la tesorería en favor de los benefícios podemos tener graves problemas para subsistir. Vender mucho y con un margen de beneficios alto no tiene por qué significar que el negocio va mejor y, a veces, puede suponer un lastre si no tenemos un control efectivo de la tesorería.
Si pagamos a 30 días y cobramos a 60, llegará un momento en el que estrangularemos la liquidez de la empresa, y eso se agravará cuanto mayor sea nuestro nivel de ventas. De poco vale tener un margen de beneficios por operación alto si lo que tenemos son futuros cobros y presentes gastos.
La clave está en conseguir que los clientes paguen rápido y negociar el crédito con los proveedores, ese es el factor crítico de la gestión de fondos.
Tampoco sirve de nada conseguir un descuento por volumen, en el precio de compra, y aumentar nuestro margen comercial, si luego la rotación de esos productos es baja. De esta manera lo que conseguiremos sérá una rebaja en la adquisición de esos productos, y adelantar el pago de esa compra, para después tener la mercancía en el almacén, y tardar meses en venderla y recuperar ese dinero adelantado.
Sacrificar la liquidez de la empresa por uno beneficios futuros, que tardarán mucho tiempo en materializarse es una estrategia demasiado arriesgada y que, en el largo plazo, puede resultar fatal. Beneficios sí, pero no a cualquier precio.
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