Una de las áreas de mejora en muchas organizaciones es la comunicación entre los diferentes departamentos. Y aquí son muchas las horas que se pierden por malos entendidos y una falta de coordinación evidente. El problema es que comunicar en la empresa también implica escuchar lo que no nos gusta oír.
Porque la primera premisa que se incumple en muchas de ellas es que la comunicación debe ser bidireccional. No implica solo hablar o saber transmitir el mensaje, también implica escuchar. El problema surge cuando la parte de la escucha solo se aplica en un sentido, generalmente desde el responsable hacia los trabajadores.
Y esto lo podemos aplicar desde una gran empresa a un pequeño bar donde el camarero no logra entenderse con el cocinero. El primer paso es estar receptivo y no prejuzgar lo que nuestro compañero o nuestro jefe nos quieren transmitir. Hay veces que vemos una conversación a una de las partes hablando y al otro automáticamente negando con la cabeza.
Es el primer paso para que sea una pérdida de tiempo. Ocurre también que no se deja acabar a los demás, ya presuponemos lo que nos tiene que decir y antes de que termine. Se entra de esta manera en una espiral donde solo estamos preocupados de soltar nuestra parte, como si el discurso del otro no importara en absoluto.
La expresión corporal muchas veces ya indica el grado de receptividad de los demás. La realidad es que gran parte de la productividad perdida se mejoraría trabajando la comunicación, la empatía o la escucha activa.
Es necesario un esfuerzo por las diferentes partes de la empresa, un cambio de tendencia. Mostrar empatía hacia los demás y aplicar la flexibilidad. Si no estamos dispuestos a cambiar nada no hace falta mantener una conversación, basta con enviar un correo o publicar un PDF con las nuevas normas, lo que los demás tengan que decir no hace falta.
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