Agosto es el mes de vacaciones por excelencia para la mayoría de los sectores. Un descanso merecido que nos ayuda a recuperarnos física y mentalmente, olvidarnos un poco del día a día y volver mucho más frescos para afrontar lo que queda de año y el nuevo curso. Pero descansar no es lo mismo que desconectar en vacaciones.
Para empezar, hay algunos que convierten su periodo de descanso en una yincana. Hay que llenar de actividades cada minuto de este periodo de tiempo. Al final físicamente vuelven más cansados de los que se fueron. Si no parece que no hemos tenido vacaciones, o lo que es peor, que hemos tenido y las hemos desaprovechado, por ejemplo, durmiendo siestas.
En muchos casos se hace porque si están sin hacer nada programado muchos de ellos tienen la tentación de coger el móvil, mirar temas laborales, revisar diferentes cuestiones y no desconectan. Aquí está la clave, porque no solo hay que descansar físicamente, sino mentalmente.
Y esto implica en muchos casos tener que hacer un esfuerzo extra. Porque el peligro está en nuestras manos, en ese teléfono que está cada momento enviando notificaciones. El chat del trabajo puede volverse en nuestra contra. Es una prueba que muchos no superan. Si estoy con el móvil en las manos acabo por estar pensando en temas profesionales. Eso si no recibimos llamadas de clientes.
Y al final hemos estado en la playa, pero mientras estábamos debajo de la sombrilla estábamos con la cabeza en la oficina. Y al volver hemos descansado sí, pero no logramos la frescura mental necesaria la no desconectar. Y esto se paga en nuestra capacidad de concentración para afrontar el día a día.
Por eso merece la pena el esfuerzo. También de despegarnos un poco del móvil. De dejarlo en el bolsillo, de que no se convierta en una extensión de nuestra mano en todo momento. Si eres de los que si se han dejado el teléfono en casa tienen que volver a recogerlo, es el momento de pensar en desintoxicarnos de las comunicaciones constantes.
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