Uno de los principales motivos que tienen los empleados para mantenerse fieles a su puesto de trabajo es la flexibilidad y las facilidades para conciliar vida personal y profesional. Sin embargo en muchas empresas, hablar de estos conceptos supone que se les ponen los pelos de punta. ¿Por qué las empresas se resisten a implantar la jornada flexible?
Básicamente porque para muchas supone un esfuerzo organizativo que no están dispuestos a realizar. Ya se acoplarán los empleados a un horario fijo. Luego está la mano izquierda de cada organización, si algún empleado tiene un problema se puede ser más o menos flexible, pero la realidad es que si son muy estrictos los empleados comienzan a disminuir su rendimiento por problemas de concentración.
La realidad es que los empleados están a favor de esta medida, pero la empresa introduce matices. No quiere ver que su atención al público disminuye, que sus clientes se vean afectados, cuando podría ser justo lo contrario. Además en muchos casos las empresas más pequeñas no tienen demasiado margen.
La flexibilidad de horarios se convierte en una utopía. Sin embargo es uno de los motivos por los cuales muchos trabajadores se convierten en autónomos. Ser tu propio jefe no significa poder tomar tus propias decisiones en cuanto a la cómo ejecutar un trabajo, sino también cuándo hacerlo.
Y es un problema no solo en el día a día, sino también a la hora de cambiar de trabajo. Poco a poco vamos organizando nuestro día a día entorno a un horario, y cambiar de empresa supone un problema si no mejoramos en las condiciones.
La realidad es que muchas empresas entienden la flexibilidad en un único sentido, hacia la propia organización. Es decir, si por acumulación de tareas un día nos tenemos que quedar más tiempo el empleado debe ser flexible, pero luego no se implanta la misma flexibilidad cuando la necesita el empleado.