Hay un miedo irracional (y muy peligroso) en algunos jefes a rodearse de colaboradores brillantes. Temen ser, a la postre, prescindibles o descubrir sus muchas carencias. Ese sentimiento hace que, en demasiadas ocasiones, este perfil acabe rodeándose de empleados mediocres entre los que, a priori, se sienta más cómodo. Sin embargo, esa falsa sensación de ‘alivio’ desembocará en unos resultados acordes a esa baja capacidad del equipo.
Se parte de un principio erróneo y contraproducente: el jefe ha de ser el miembro del ‘staff’ que mayores conocimientos técnicos de todas y cada una de las áreas de la firma. La tarea de un buen gestor es saber dirigir a una compañía. Se trata de que la ‘orquesta’ empresarial suene a la perfección y no conocer absolutamente todos los secretos sobre cada uno de los grupos de instrumentos.
¿Quiere eso decir que el jefe puede ser un desconocedor de los entresijos de la empresa y del sector? No. Sólo que habría que desterrar esa creencia de que el líder es el que más debe saber de todo y, por tanto, sus colaboradores deben situarse en una clara inferioridad. Ese principio puede tener consecuencias no deseadas:
- El jefe se sentirá superior, pero sacrificará el crecimiento de la empresa. Por muchos conocimientos que haya adquirido, si no tiene un buen equipo que los lleve a la práctica no servirá absolutamente de nada.
- Nunca podrá delegar. La delegación de tareas se basa en una confianza que nunca se construirá desde esa superioridad artificial. Todo deberá pasar por sus manos y eso, a la postre, no es operativo.
Rodearse de un equipo brillante incrementará las posibilidades de crecimiento de la empresa. Hará que, bajo una buena batuta, la sinfonía en el concierto suene mucho mejor.
En Pymes y Autónomos | ¿Qué ocurre cuando el jefe es el que menos sabe?, Delegar tareas requiere confianza en tu equipo y no siempre existe Imagen | US Military Academy