Ayer nuestro compañero Remo se hacía eco de una buena noticia: el IE volcaba a la Red, bajo Creative Commons, sus contenidos audiovisuales. De esta manera, la prédica constante de Enrique Dans encontraba acomodo en la práctica de la institución donde desempeña buena parte de sus tareas. Me felicito ya que creo que todos salimos ganando al acceder a dichos materiales, incluido el Instituto de Empresa.
Sin embargo no tengo tan claro que que quepa una traslación en bloque de esta filosofía al mundo laboral o profesional. Creo que en el mundo universitario, investigador, el lema de publica o pereces sigue siendo de plena aplicación. La mejor manera de que no te copien es dejando claro que tu has sido el primero. Pero eso es sólo media verdad, ya que luego se establecen mecanismos de copyright que protegen dicha labor de I+D.
El caso es que vengo observando una fuerte presión hacia los trabajadores para que compartan el conocimiento (y que no gozan de dichos mecanismos de protección). O por ser más precisos, su conocimiento. Claro que para algunos como Andrés, el conocimiento no es de uno mismo, si no que pertenece a toda una colectividad (en este sentido, y sin caer en discusiones filosóficas, solo lo admito plenamente cuando hay dinero público de por medio, y ya era hora de que se hiciera algo). Otros directamente, hablan de chantaje en el caso de eso empleados que pretenden guardarse para si su saber hacer. Ese termino de chantaje me da un cierto repelús. Cuando el trabajador no hace algo que la empresa desea, le chantajea. Curioso.
No estoy hablando del típico mando intermedio que se apropia de la información que la empresa le suministra y hace de su retención su fuente de poder. De su retención y de su manipulación, si me pongo duro. No. Estoy hablando de ese trabajador, de ese profesional independiente (¿hay alguna diferencia?) que se ha molestado en formarse, en convertir su conocimiento en su ventaja competitiva, que ha invertido numerosas horas y dinero en ello. Ese es el chantajista al que me refiero. A esa persona se le exige que comunique todo su potencial, que vuelque todo su saber. Y yo me pregunto, ¿a cambio de qué?, ¿con que garantías en un futuro de seguir contando con él? Mal esta la autocita, pero peor el autoplagio, y me remito a lo que ya he comentado con anterioridad en otros lares.
Insisto en que aunque lo parezca no es un tema meramente laboral. Día a día lo puedo constatar cualquier abogado, cualquier asesor o programador. Se les acercan multitud de amigos, de clientes, que intentan, gratia et amore, por la cara vaya, que se les resuelvan sus problemas: una consultilla por allí, una entrevista para pasar un presupuesto por acá, etc. Y uno se ira dando cuenta de que como, cuando pretende cobrar pro esos servicios, los que se han lucrado gratis con ellos no los valoran, o se los encargan a otros. Esta claro que hay quien ha entendido que nuestro conocimiento tiene escaso valor.
¿Qué hacer ante estos expertos del tironeo del conocimiento, ante estos descuideros del know-how? Lo que digo es difícil de hacer , pero más difícil es sobrevivir siendo vampirizado por ellos, así que al menos intentadlo. Se trata de establecer, como en todo proceso comercial, un juego de seducción. Si aplicásemos el erotismo al mundo empresarial, estamos hablando de sugerir y no de mostrar, de crear expectación y no de dar una clase de biología. Resumiendo: explicar el qué pero no detallar el cómo (influencia de mis tiempos con el despliegue de objetivos), y dejar muy claro que solo con nuestra experiencia se puede desarrollar ese como. Morbo, puro morbo.
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Imagen|Daquella manera