Nos pasa a diario. Abrimos nuestro perfil personal en Facebook y nos encontramos con decenas de invitaciones a dar al "Me gusta" a diversas páginas que desconocemos. Pero nos lo piden amigos o conocidos. Así, como si tuviera lógica.
Imaginemos ese comportamiento en la calle. ¿Le dirías a un amigo que se ponga una pegatina en su camiseta de una empresa que no conoce? ¡Incluso conociéndola es absurdo! Pues ahí sigue la estrategia: querer llegar a los 1000 o 5000 "amigos". Los clientes en Internet también tienen derechos.
Si perseguimos fans o lograr un número elevado para que así nos tomen en serio, el camino elegido no es el correcto, al menos si queremos lograr ventas, un buen posicionamiento y una imagen de marca creíble.
¿De veras tu objetivo es obtener el máximo de "me gustas" o, por el contrario, contar con una serie de fans que son fieles y a su vez, comparten tus artículos o fotografías?
En ocasiones no se trata de tener un master en marketing digital sino de emplear el sentido común. Ofrecer contenido interesante, atractivo y hacerlo llegar en píldoras pequeñas hará que el otro (el futuro cliente) se interese.
Otra vez imaginemos la calle, ¿nos gustaría que un buen amigo nos arrastrara hasta la puerta de un restaurante sólo porque a él le gusta?
Tanto los argumentos, como el producto o servicio es lo que atraerá a esos seguidores, no esas invitaciones a adorar algo que ni conocemos y que ni tan siquiera nadie se ha molestado en contarnos de qué va.
Invita a tus clientes a que se asomen a tu espacio virtual, con sutileza, con respeto, y sobre todo con una razón de peso. Habrá amores que matan pero también amigos que con buena intención logran que huyamos de lugares sólo por el hecho de sentirnos obligados a entrar.
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