Como todos ustedes conocen el aceite de oliva es uno de los pilares sobre los que se sustenta la denominada dieta mediterránea, y como tal es un producto muy señalado para vender fuera de nuestro país, con el objetivo de satisfacer la creciente demanda internacional obteniendo un lucro económico.
Nuestro país, además de ser el que más produce (y con diferencia) de este preciado producto, es el que mayor número de empresas y cooperativas aglutina, y también el que más extensión de terreno destina a su cultivo. No obstante, nos encontramos ante una curiosa paradoja, la de que el 65% de nuestras exportaciones totales van hacia Italia, y este país es otro de los productores internacionales, vendiendo como italiano aceite procedente de España.
Este hecho ha sido denunciado por el diario transalpino La Stampa, que asegura que hay aceites italianos en los que dos terceras partes están compuestos por aceite español. Un hecho que corresponde a una injusticia en toda regla, pero que muchas empresas españolas conocían.
Sin ánimo de echar balones fuera, quiero hacer una crítica a muchas empresas aceiteras (no todas, porque hay otras tantas que lo hacen muy bien), que a sabida cuenta de que comercializan un producto excelente se conforman con vender su producto a los mayoristas italianos, cuando pueden llegar por sus propios medios a los establecimientos minoristas internacionales, quedándose con la mejor parte del pastel.
Este asunto no es de ahora, sino que se lleva manifestando desde hace muchos años atrás, y tal y como sucede en otros sectores de la economía, las mayores ganancias se encuentran en la distribución al consumidor final, dicho esto, nuestras empresas deben de reaccionar, y aprovechar el potencial que les brinda un producto de altísima calidad, para lograr una mayor presencia en los mercados internacionales, y de paso, apoyar a otras industrias agroalimentarias a conseguir el mismo objetivo.
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