En estos tiempos en los que el valor del dinero y los objetivos a corto plazo priman sobre la constancia y el esfuerzo, el conseguir una reputación y una credibilidad es algo que hoy no vende, pero que no podemos negar que tiene mucho valor.
Este valor, estarán conmigo, en que se tarda mucho en construirlo pero que se puede destruir de una manera tremendamente fácil. Ya que en un entorno en el que prevalecen los pensamientos pesimistas, y el que tan opacas resultan algunas actitudes, la credibilidad ha de erigirse como el motor que recabe en la confianza que necesitamos.
En este contexto algunos grandes directivos nos intentan hacer creer en grandes acontecimientos y metas, pero en ocasiones desconfiamos porque en algunos detalles del día a día, o respecto a propósitos menores, nos han prometido cuestiones que no han cumplido.
Por ello, para conseguir contar con un nivel determinado de credibilidad no debemos realizar grandes acciones, puesto que esta se cultiva día tras día. De modo que cuando nuestro equipo o nuestra organización confía en nosotros para una meta de nivel, resulta imprescindible haber realizado este ejercicio previamente.
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