Existe una cierta controversia desde hace algún tiempo cuando se habla de aumentar el salario mínimo interprofesional (SMI). Desde ciertos colectivos, como los sindicatos o los principales partidos de izquierdas, se aboga por aumentarlo, lo que sin duda serviría para aumentar el poder adquisitivo de los trabajadores y, de esta manera, su productividad y motivación.
Desde luego, hay suficientes razones para pensar que un aumento generalizado de los salarios beneficiarían al país desde el punto de vista del consumo y la productividad de los trabajadores. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce ya que aumentar el SMI discrecionalmente puede llegar a tener otros efectos menos deseados.
En uno de los últimos artículos que publiqué en este mismo medio, daba mi opinión ante lo que yo consideraba una medida errónea de devaluación interna mediante la reducción de los costes laborales con el objetivo de aumentar nuestra competitividad con el resto de países de nuestro entorno. Sin embargo, esta reflexión no implica necesariamente que sea el Estado el que tenga que garantizar un salario digno a todos y cada uno de los trabajadores de forma discrecional; por dos motivos, principalmente.
El efecto más inmediato sería el aumento de costes laborales de todas las empresas que se traduciría en un aumento generalizado de los precios de los productos y servicios que comercializan, lo que anularía en última instancia el efecto beneficioso (al menos para los trabajadores) de esta medida, reduciendo el poder adquisitivo .
Pero, además, el paro aumentaría a medio plazo. El hecho de tener que pagar un precio mínimo por un trabajador cuya productividad marginal no se corresponde con ese salario, desincentivaría las decisiones de contratación de muchas empresas. Paradójicamente, la teoría nos dice que un aumento del salario mínimo podría empobrecer aún más a la población si combinamos ambos efectos.
Y sí, ya sé que hay otros países cuyos salarios mínimos son superiores y que, aún así, gozan de más estabilidad económica y una menor tasa de desempleo. Sin embargo, el sistema productivo de países como Francia, Dinamarca, Holanda o Alemania permite el pago de esos salarios sin que la tasa de paro se vea dañada ni se produzca un aumento de los precios generalizado.
En España, todavía hay mucha tela que cortar antes de que podamos ver algo similar. La excesiva exposición de la economía española al ladrillo nos convirtió en una economía demasiado vulnerable a las crisis económicas. Bajo mi punto de vista, España tiene que hacer reformas muy profundas en su modelo productivo para industrializarlo al nivel de otros países de nuestro entorno. Solo de esta manera podremos empezar a ver salarios altos.
En conclusión, bajo mi punto de vista, que el Estado decrete el aumento de salarios de forma discrecional no solo no es el remedio, sino que puede hacer que el enfermo empeore aún más.
En Pymes y Autónomos | Reducir salarios como fórmula para salir de la crisis: tan impopular como ineficaz Imagen | ImagesofMoney