Una de las cosas que tiene empezar a moverte por un mundo nuevo es aprender la terminología del mismo. A mi es algo que me gusta, es innato en mi naturaleza. Así que cuando me adentré en la Red, en loas webs, en los blogs, desde el otro lado, abandonando la mera navegación y lectura, descubrí todo un microcosmos. Y entre los términos más sugerentes, entre aquellos que más llamaron mi atención, estaba el concepto de SEO.
A grosso modo, y teniendo en cuenta que os lo explica alguien que prácticamente no sabe nada del tema, SEO son las siglas de Search Engine Optimization, que en castellano viene a significar Optimización de Motores de Búsqueda. Cuando me explicaron de qué iba, el fondo del asunto, comprendí que no estaba para nada alejado de otras prácticas del mundo real. De otras prácticas y de otros peligros. Y, pensando en las pymes creo que uno de lo más cercanos paralelismos que encuentro es el de las subvenciones.
Las técnicas, las herramientas, los análisis del SEO buscan mejorar nuestra posición en los buscadores de internet (si digo en el buscador por excelencia también valdría). Se busca un diseño de la web, de las páginas de las misma, de la organización interna, de las entradas de un blog, que consigan indexarnos, colocarnos bien arriba en los buscadores. Todo eso esta muy bien, pues normalmente suele haber una equivalencia entre dichos resultados y la monetización de las páginas. Pero, desde mi posición de observador profano, conlleva también sus riesgos.
Pensemos en la redacción de los textos. La persona que escribe, sabe o intuye que redactarlos de una determinada manera, enlazar de un modo u otro, incluir determinados códigos, etc, puede hacer se mejore el SEO de esa página. Me parece bien y me parece legítimo. El problema nace cuando esa forma se impone al fondo, cuando se sacrifica el contenido en el altar del SEO. Y todo ello para mejorar ¿cuantas posiciones? a costa de obtener un resultado más mediocre, más uniforme, menos sugerente, e incluso en ocasiones menos correcto. No tengo claro que merezca la pena.
Pues bien, con las subvenciones pasa exactamente lo mismo, y conviene que las pymes lo sepan, ya que el resultado de ignorarlo es mucho más dramático. Hay pymes que se montan pensando en una subvención concreta, hay pymes que giran alrededor de ella, como elemento clave en sus sostenimiento, en su financiación. Y para ello deben cumplir las condiciones, los requisitos, de esa subvención. Ahí nacen los paralelismos con el SEO. Existen emprendedores que se olvidan de cual es su misión de negocio, de cual es su objetivo empresarial, de que la empresa debe ser capaz de funcionar al margen de dádivas gubernamentales, y estructuran su empresa, su proyecto, pensando en acomodarse a los requisitos de la subvención antes que en los puntos comentados.
Mi experiencia me dicta que son acciones de corto recorrido, y que incluso logrando la subvención, son iniciativas que derivan al fracaso a corto plazo. No podemos fundar una empresa pensando en si se ajusta a las bases de un boletín oficial. No podemos pensar que vamos a vivir constantemente del mismo, o que este se va a acomodar a nuestros ritmos de financiación, y para ello sacrificar la esencia de lo que es una empresa, que es aquella que satisface las necesidades de un mercado. Bienvenidas las subvenciones si no nos apartan de la meta, si no condicionan nuestra gestión en puntos críticos, si no crean dependencia, si son complemento y no fundamento del negocio. Aunque las subvenciones no sean reintegrables, en última instancia nunca suelen salir gratis.
No hace falta decir que este post no va dirigido a los montachiringuitos cazasubvenciones, especialmente a aquellos que gozan de una sombra adecuada. No. Esto está dedicado a empresarios.
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