En muchas ocasiones nos sentimos apegados a un equipo informático y no avanzamos o cambiamos la forma de hacer las cosas porque hasta el momento nos ha funcionado bien. Pero lo cierto es que aunque le tengas cariño, ha llegado la hora de jubilar tu ordenador de empresa.
Por lo general muchas empresas esperan a un fallo de hardware, de procesador o de placa base, para cambiar el equipo, pero en muchas ocasiones es un error apurar tanto la tecnología. Perdemos más tiempo esperando a que el ordenador ejecute determinadas tareas de lo que invertiríamos en mejorar su capacidad de computación. El problema es que muchas veces tenemos que invertir en piezas, que fuera de este ordenador ya no tendrán utilidad.
Porque llega un momento en que ya el equipo, sólo por la comparación con otros más modernos no rinde como se espera hoy en día. O también le faltan algunas características que necesitamos, tiene un sistema operativo antiguo o hay aplicaciones que no podemos instalar porque ya no son compatibles.
Seguimos trabajando como siempre, pero entre el mayor mantenimiento que tiene un equipo viejo o la lentitud que tiene para ejecutar determinadas tareas, en poco tiempo hemos recuperado la inversión realizada. Puede que para la aplicación que utilizamos, una vez dentro de la misma rinda más o menos de forma correcta, sobre todo si utilizamos aplicaciones ligeras, pero hasta que llega a este punto, tarda mucho más de lo deseable.
En este caso además tenemos un factor de estrés, que tiene que ver con las prisas que podemos tener en algún momento para realizar cualquier tarea. Sufrimos simplemente para imprimir un documento si no lo hace tan rápidamente como nos gustaría, algo que tenemos que enseñar a un cliente, etc. No quiero ni contar cuando nos piden algo que era para ayer...
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