A la hora de elegir un programa informático que nos ayude a realizar determinadas tareas en la empresa podemos apostar por un software tradicional, donde compramos licencias e instalamos en los equipos o utilizar el software como servicio, donde se paga por el uso que se hace del mismo. Pero a la hora de valorar precios, muchas empresas tienen la percepción de que el SaaS es caro.
Es un problema de precio, que no de coste y la percepción de su proyección a cinco años. Por lo general si hacemos la suma de lo que se paga por el SaaS durante cinco años para un número de usuarios y recursos equivalentes al del software tradicional puede que el precio será mayor, pero no así su coste.
Pasados esos cinco años, con el software tradicional tenemos una herramienta anticuada, que en muchas ocasiones ya no da respuesta a las necesidades de la empresa. Mientras tanto el SaaS permanece actualizado de forma constante y seguirá siendo útil a la empresa sin que se pierda productividad.
Por otro lado con el SaaS los usuarios van recibiendo los cambios progresivamente, razón por la cual su productividad o la curva de aprendizaje de la aplicación se realiza de forma suave, sin que afecte a su productividad con cambios de versiones. Este aspecto, así como la flexibilidad para aumentar o reducir recursos en función del volumen de trabajo de la empresa para mi es fundamental a la hora de elegir un programa bajo este modelo de negocio.
Por último el SaaS no necesita de inversión en infraestructura propia, de manera que no tenemos que invertir, ni mantener, un servidor potente sólo porque necesitamos más recursos para que nuestra aplicación de gestión funcione correctamente. Por todo esto los costes del software tradicional y del SaaS no se pueden comparar sólo por el precio que pagamos al cabo de cinco años.
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Imagen | Christopher Bowns