En ocasiones las buenas ideas no prosperan y no acaban de fructificar porque los canales de comunicación no son lo suficientemente abiertos, o porque los jefes no tienen una buena predisposición para escuchar las propuestas que sus empleados tengan que hacerle o, simplemente, porque los empleados no utilizan adecuadamente los medios de los que disponen para comunicarse.
Hay casos en los que se puede tener una gran idea pero es más que probable de que tu jefe no la vaya a aprobar, si este es el caso, lo mejor es no pedir su permiso, o al menos, no la primera vez. En su lugar, es mejor idea simplemente utilizar otros caminos que puedan resultar más propicios para nuestros intereses.
Así es más adecuado actuar con rapidez con los medios disponibles que se tengan a mano. Es necesario que los pasos para realizarla sean sencillos de ejecutar y que ayuden a reunir la información acerca de la viabilidad de las ideas que se proponen.
Una vez que se haya evaluado su viabilidad es conveniente dejar que tu jefe vaya conociendo que estás explorando nuevas oportunidades en tus horas libres y así valorar su reacción. Dependiendo de la misma, a medida que se vayan necesitando recursos lo más conveniente es hacerlas en pequeñas solicitudes de tal modo que puedan contemplarse, en caso de falar, como pérdidas asumibles.
El momento para poner todas las cartas sobre la mesa es cuando se han obtenido evidencias sólidas de que la idea funciona correctamente y es la oportunidad para hacer su presentación en sociedad e ir ganándose la confianza de los responsables para aceptar las propuestas que se le puedan presentar.
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