Estos días está muy en boga el debate sobre la formación de los trabajadores, o de los que no trabajan, la verdad es que no he entendido muy bien cuál es el motivo de que se “incentive” que los desempleados tengan que acudir a cursos de formación. Siempre he defendido la necesidad de la formación de trabajadores y también de empresarios y, desde luego, la situación actual requiere más que nunca la concienciación de todo el mundo en ese aspecto.
Hay que partir de la base de que los efectos del estallido de la burbuja inmobiliaria se ha llevado por delante a un grupo de trabajadores y empresarios que dada su formación y las escasas posibilidades de reactivación del sector, tienen muy difícil su incorporación al mercado laboral.
Hemos vivido en un pais donde trabajadores de baja cualificación estaban mejor pagados que abogados, personal sanitario u otro tipo de trabajo cualificado que vivían fuera de esa burbuja. Por otro lado, había empresas de ese sector, sin ningún tipo de estructura financiera, organización o inversión, que facturaban en un trimestre lo mismo que otras empresas, más consolidadas y mejor gestionadas pero que estaban al margen de todo ese boom, en varios años.
Eso nos lleva, por un lado, a un grupo de trabajadores con una dilatada experiencia en este sector y que han alcanzado esa edad que parece que nadie considera que puedan ser útiles. Si a su edad añadimos que su formación y conocimientos están limitados a una actividad que han ido desempeñando durante la mayor parte de su vida laboral, tenemos el coctel explosivo que puede hacer que esta persona tenga poquísimas posibilidades de encontrar trabajo. Desde luego, en esas circunstancias, la formación, que les abriera las puertas a otros sectores distintos, y el cambio de mentalidad de los empresarios, que sepan ver la experiencia como un valor añadido, aumentarías sus expectativas.
Hay otro grupo que está en el rango de edad contrario, son jóvenes que abandonaron los estudios llamados por el trabajo en un sector que no requería cualificación y con unas expectativas económicas muy atractivas. Esos jóvenes tienen muy difícil encontrar trabajo en otros sectores, porque carecen de conocimientos y en su mismo rango de edad hay gente con mayor preparación. Cláramente, estas personas necesitan adquirir esa formación, a la que un día renunciaron, si quieren competir, en ese difícil mercado, en igualdad de oportunidades.
Por último están los empresarios. Personas que vieron la posibilidad de montar su propio negocio en un sector en auge y que, en algunos casos, conocían. Se lanzaron a la aventura y crearon pequeñas empresas sin nociones elementales de lo que era la gestión de un negocio. Era un momento donde había oportunidades y el dinero corría sin control, pero todo eso se acabó y no hubo estructura económica para sustentar la empresa. Con esta experiencia, sólo una básica formación empresarial evitará que vuelvan a cometer el mismo error.
El pinchazo de la burbuja inmobiliaria es algo más que un montón de pisos sin vender o a medio construir y que, a falta de dinero, los promotores no han podido terminar. Es una realidad de miles de personas que han vivido en ese mundo durante años y que ahora están desubicados, la formación es el primer paso para su ubicación.
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