Todos hemos oido hablar de los problemas del aceite de girasol, del descontrol por parte de aduanas, y la poca claridad con la que ha actuado Sanidad en este embrollo. No voy a entrar en toda la "hipotética crisis" que ha provocado esta falta de información, pero la realidad es que un sector de los consumidores habituales del aceite de girasol, se habrán planteado si es sano o no seguir consumiéndolo.
En estos momentos de incertidumbre de algunos productos, es donde tienen que mover ficha los productos sustitutivos. Para el caso del aceite de girasol el sustituto es obvio: Aceite de oliva. Tenemos entre nuestros méritos ser el primer productor mundial de aceite de oliva, y curiosamente yo resido en la provincia con mayor producción del mundo, Jaén. Cual ha sido mi sorpresa, como todo el sector del aceite de oliva siquiera se ha inmutado frente a la crisis que está atravesando su mas directo competidor.
Existe una estructura medianamente organizada para la comercialización y distribución de aceite de oliva, y hubiera sido realmente fácil inundar el mercado con las bondades reales y palpables del aceite de oliva. Es más caro, por supuesto, pero la calidad que se tiene no es comparable a ningún otro tipo de aceite.
Es más, el pequeño y mediano comercio, si adopta la tónica de ofrecer un producto que sutituya al que está generando desconfianza e incertidumbre entre los consumidores, adoptará una posición más respetuosa con sus clientes, y ganará muchos enteros cara a sus clientes.
Este tipo de movimientos en el mercado no se pueden dejar pasar. Ya lo dice el refrán, "a río revuelto, ganancia de pescadores", pero claro si los pescadores, que en este caso son los productores de aceite de oliva, si éstos se preocupan más de su ombligo que del resto del mercado, en este pais seguiremos desperdiciando todo el potencial que tenemos en nueestros principales y mejores productos.