Gritar por el móvil. O hablar alto. Seguro que en alguna ocasión os habéis encontrado que alguien a vuestro lado de forma involuntaria os hacía partícipes de su conversación que mantenía con alguien a través de su teléfono cuando estaba en la calle, en una sala de espera o en el transporte público. Algo incómodo de por sí, pero que en el caso de tratar con los clientes puede suponer un problema para la privacidad.
No es el primer caso de alguien que escucho tratando temas fiscales de un cliente en plena calle. Cuestiones que deben tratarse en la intimidad de un despacho o una mesa de trabajo. Está bien que tengamos siempre a mano a nuestro asesor, pero determinadas cuestiones mejor hablarlas en un ambiente más tranquilo.
Porque mientras estás parado en un semáforo a su lado, haciendo cola en el aeropuerto o sentado a su lado en el avión y siguen hablando igual, de como tienen que buscar algún mecanismo para pagar menos, de cómo pueden evitar pagar los impuestos correspondientes por alguna cuestión, cuando no directamente de una contabilidad B, despidos de trabajadores o incluso datos personales.
Que esta es otra cuestión, se airean datos personales de clientes, de empleados o de empresas con las que se trabaja sin ningún problema. Y esto tiene dos responsables, tanto la persona que no para a su cliente para que todas estas cuestiones se traten tranquilamente cuando llegue a su despacho, como el propio comunicante que no le importan quién esté al otro lado del teléfono y dónde se encuentre.
Incluso en algunos casos no importa si están utilizando el manos libres dentro del coche, pero con ventanillas bajadas o no, lo cierto es que el volumen es tan alto que cualquiera que se encuentre a su lado en otro vehículo puede escuchar perfectamente toda la conversación. Y luego nos sorprendemos de recibir una inspección o una sanción.
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