Tras la aprobación por decreto de la Reforma Laboral, se ha de completar las reformas económicas con incentivos reales que posibiliten la generación de riqueza y empleo como motor para la salida de la crisis, para lo que son muy importantes los incentivos fiscales para los emprendedores, y en especial las deducciones que se introduzcan dentro del impuesto de sociedades.
Sin lugar a dudas la herramienta más eficaz para promover las inversiones y la creación de empresas son los de naturaleza económica (los que afectan al bolsillo), para los que se han dado algunos pasos importantes como la disminución de los sistemas de protección del régimen de los trabajadores por cuenta ajena, disminuyendo las diferencias en cuanto al riesgo asumido para los trabajadores autónomos y estos últimos.
Esta reforma que está aún por definir, tal y como apunta el Secretario de Estado de Economía Miguel Ferre, debería incentivar las actividades económicas, y por extensión, los sectores económicos del futuro de nuestra economía. Y los puntos que deberían salvar serían las barreras de entrada que actúan como cortapisas ante las ganas de emprender, como por ejemplo las bonificaciones fiscales, aplazamiento del pago de impuestos y otros instrumentos de financiación, que son vitales en las primeras etapas de los proyectos empresariales, para animar en la medida de lo posible a todo aquel que tiene una idea, y que por la excesiva burocracia o la escasez de facilidades no se anima a materializarla.
Tal vez deberían plantearse exenciones fiscales hasta que las empresas generen beneficios, mayores deducciones a la contratación de personal, o vías adicionales de financiación subvencionada y con una formalización más rápida, entre otras. En este contexto es cierto que el objetivo del déficit puede que nos nuble la vista, evitando de este modo obcecarnos con el corto plazo.
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