Trabajar en casa es una odisea. Lo hemos comentado en varias ocasiones. Desde el punto de vista de la gestión de tareas, desde cómo establecer un horario y fomentar la disciplina, alejarnos de lugares que asociamos al ocio o descanso dentro del hogar, etcétera.
Pero esa pérdida inocente a priori de minutos entre llamadas ajenas al trabajo, conversaciones en el ámbito familiar y demás, no sólo se dan en los trabajos que se realizan desde casa sino en las empresas, y el resultado puede ser nefasto, sin organización no se puede ni se debe trabajar.
Tiempo atrás nos resultaría extraño hablar de estos temas. Uno podía dejar volar la imaginación y dejar de ser productivo, pero hoy día existe una delgada línea roja entre trabajo y ocio.
El teléfono como animal de compañía
Estudios recientes demuestran que atender a mensajes y correos durante el horario laboral disminuye la concentración y nos hace menos listos. Confundimos lo social con lo laboral porque ambos se encuentran en el mismo soporte.
Asistir a una reunión y que el gerente u otra persona con responsabilidad se dedique a estar mirando una pantalla es una falta de respeto para los demás, pero sobre todo para el cliente. Además de una pérdida de dinero de la que seremos conscientes al finalizar el ejercicio. Son las llamadas reuniones inútiles. Tal vez existe un guión pero nadie se sabe sus frases.
Hoy no me ha cundido el día
Esa sensación es habitual. Sobre todo cuando la herramienta de trabajo incluye el estar conectado a la red. A veces, hemos perdido horas en contestar a ese amigo que nos ha enviado un mensaje "urgente", hemos revisado varias veces nuestro correo y con ello, perdido la capacidad de concentración y un tiempo valioso.
Por esta razón, nuestro cerebro nos engaña. Pensamos que no nos hemos movido del sitio y que a pesar de ello apenas hemos cerrado los cuatro asuntos que teníamos planeados para ese día. La distracción elegida, nos obliga a volver a concentrarnos en la tarea anterior perdiendo eficacia.
Conclusión
En casa como en una oficina, tengamos claro un aspecto, al finalizar la jornada no cuenta las veces que hemos abierto el correo y consultado si había alguna novedad, sino el pasado: los encargos que nos hicieron y que debemos cerrar.
Ni todas las llamadas ni todos los mensajes son tan urgentes. La multitarea está sobrevalorada, sobre todo cuando no repercute en un trabajo finalizado.
Pensemos en aquel que entrega su examen en una prueba el primero, casi todo el mundo lo mira entre extrañado y mal pero luego aprueba. ¿Qué buscamos productividad o calentar la silla?
Lo peor de todo es que esta forma de trabajar es la preferida por la mayoría de los gerentes que desean ver a alguien hasta las nueve en la empresa en vez de a una persona resolutiva y eficaz que no necesite estar diez u once horas.
Vía| Expansión
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Imagen|Esparta Palma