No todo el mundo tiene la suerte de trabajar en aquello que le gusta. O tener un empleo que es su vocación. O la mala suerte, porque en muchos casos el empleado que tiene la suerte de trabajar en lo que le gusta acaba cobrando menos de lo que debería.
Porque esa satisfacción personal nos hace a veces renunciar a determinados aspectos salariales. No se trata de que nos paguen de inicio menos, sino que en muchos casos nos acomodamos a ese trabajo porque nos gusta lo que hacemos. Hay pequeñas compensaciones que nos ayudan a sobrellevar lo que la nómina a final de mes no nos da.
Hay empleos que necesariamente tienen que ser vocacionales. Es muy complicado aguantar muchas horas en algo que no nos gusta, que genera un desgaste psicológico y que no está ni agradecido ni pagado. La vocación en estos casos es una tabla de salvación.
En otros casos esa tabla la representa el avance curricular. No hemos estudiado durante años para esto, no hemos gastado nuestro dinero en un máster para estar haciendo determinada tarea. Pero no tenemos experiencia y por algo hay que empezar. Este es el consuelo. Saber que vamos a rellenar una línea más de currículo que nos permitirá dar el salto a otra empresa a otra área del departamento donde lo que hacemos realmente se asemeje más a lo que nosotros soñábamos.
Este no es el trabajo de mis sueños, sino el trabajo que me permite cumplir mis sueños
Pero cuidado con esta vocación, porque en muchos casos va a significar una dedicación absoluta, horas extras sin pagar. A veces se desearíamos ser mercenarios. Ejecuto un trabajo, lo hago bien y cobro por ello. Si mañana me pagan más en otro sitio o mejoran mis condiciones me iré.
La cuestión es que pasamos más horas en el trabajo que con la familia o los amigos. No se trata de trabajar en algo que odias, que acudir cada día a la oficina supone un esfuerzo mayúsculo. Pero tampoco renunciar a una justa remuneración por el trabajo que se está realizando. Incluso aunque nos guste lo que hacemos.
A veces la vocación no es más que perseguir un sueño. Tener nuestro propio negocio, dirigirlo a nuestra manera. Un autónomo no deja de ser un trabajo vocacional. Hacemos aquello que sabemos hacer mejor y nos permite ganarnos al vida. Por ello muchas veces se trabajan muchas más horas que las que se deberían, se aguantan malos momentos y malas rachas. E incluso se accede a realizar trabajos por mucho menos de los que deberíamos.
Imagen | Free-Photos