Se cuenta que un día, tras un concierto, se le acercó un admirador a Andrés Segovia (si bien la anécdota ha cambiado de protagonista durante los años), y le dijo "Maestro, daría mi vida por tocar como usted". El guitarrista contestó: "Ese es exactamente el precio que pagué por ello".
Desde los niveles más elementales de la educación española estamos cometiendo un grave error y es el de olvidarnos de la cultura del esfuerzo. En el mundo real nadie nos regala nada y tenemos que trabajar mucho para lograr pequeños avances.
En el trabajo, como en la vida, hace falta ser constantes, tener empeño y saber hacer sacrificios. ¿Estamos dándoles esos valores a las nuevas generaciones? ¿Dónde quedó el "despacito y con buena letra"?
Posiblemente tenemos la generación de jóvenes más formada de la historia, o al menos la que más diplomas ha obtenido, pero por otro lado es evidente que el nivel educativo no es especialmente selecto en colegios e institutos y que esto se refleja en forma de importantes carencias al llegar al sistema universitario. Además, nuestra cultura parece no ayudar.
Del "¡empollón!" al "¡trepa!"
En mi opinión, la educación es la base sobre la que se crea un profesional pero sobre todo donde se forman los conceptos del esfuerzo, el respeto y la actitud ante el trabajo que atesoramos cuando ya somos "mayores". Los padres deberían tener un papel mucho más activo para facilitar la labor y orientar correctamente a sus descendientes.
Puede que el hecho de que los progenitores no puedan atender correctamente a sus hijos por las pésimas políticas de conciliación familiar obligue a que los centros educativos tomen roles que no les corresponden o que en cualquier caso exista un vacío difícil de llenar. Desconozco la razón exacta pero me parece que tenemos un problema de base.
En España la actitud ante el éxito ajeno es en muchas ocasiones indignante ya que se tiende a ridiculizar o rebajar a aquella persona que logra lo que muchos desean. En lugar de valorar en el esfuerzo que ha podido hacer hablamos de suerte o de cosas mucho peores como punto de partida. Puede que sea objeto de la frustración o simplemente porque pensamos que el camino hacia el éxito es "misteriosamente" más llano para algunos.
Evidentemente existirán personas a las que le llega el éxito o que incluso lo heredan, pero es mucho más útil utilizar el tiempo que se tarda en criticar en analizarnos y tratar de mejorar día a día. En muchos casos el "misterio" no tiene nada de místico y sí mucho de trabajo.
Puede que me equivoque y que hubiese ganado mucho más dinero gritando en Gran Hermano pero soy defensor de la filosofía Kaizen. No es un camino fácil y es largo pero hay que saber competir contra uno mismo para poder hacerlo contra los demás.
Necesitamos una pastilla de contracultura
¿Cómo reaccionamos cuando descubren uno de nuestros errores? He comprobado que muchos jóvenes reaccionan de forma violenta ante el error detectado y tratan de hacernos ver que no es lo que es. No son capaces de entender que la mejor manera de corregir un problema es detectarlo.
Deberían agradecer que encuentren un error pero en muchos casos simplemente quieren que "cuele". Si no asumen el error, no se esfuerzan en mejorar, así lo veo yo. Gracias a Dios también hay mucha gente que está hecha de otra pasta.
No sé si es un error de la educación pero sí que es un problema de cultura y es que ¿dónde y cómo aprendemos a esforzarnos para lograr nuestras metas?
Visto lo visto, y sea como sea, no tenemos que enseñar la cultura del esfuerzo pues esto supondría enseñar lo que hace mal nuestra sociedad. Deberíamos enseñar la contracultura del esfuerzo y el trabajo para cambiar la tendencia.
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