En ocasiones podemos escuchar maravillados a alguien que habla sobre su profesión y que parece estar refiriéndose a la nuestra. Hoy he podido ver este pequeño discurso (bastante ameno y gracioso) del director musical Riccardo Muti que nos habla de lo que supone dirigir una orquesta, algo que puede parecer sencillo pero que tiene un fondo complejo aplicable a cualquier organización humana.
La realización de labores mecánicas y la organización del trabajo puede llegar a automatizarse pero una labor de dirección también supone lidiar con la naturaleza humana de la empresa: gestionar intangibles.
Los sentimientos y motivaciones cambian constantemente y son posiblemente una de las partes más complicadas de gestionar para lograr que la sociedad tenga alma y que el trabajo no solo se haga, sino que se haga bien.
Mirando el discurso como una metáfora empresarial podemos descubrir la figura de esas personas cuyo estilo de dirección consiste únicamente en marcar tiempos y funciones, cuando una dirección va más allá mediante la gestión humana.
Se debe buscar la cohesión del equipo y potenciar la fuerza de avance creando una sinfonía sincronizada y afinada.
Tenemos que sacar lo mejor de cada uno de los miembros de la organización y eso es algo que nunca se termina de aprender. Aunque Riccardo habla de Dios al final de su discurso para referirse al infinito que hay tras las notas, yo (como buen agnóstico) creo más adecuado hablar de la inmensidad de la psique que hay tras el trabajo y que convierte a la gestión humana eficiente en una labor muy complicada en la que nunca se debería dar nada por sentado.
La motivaciones cambian tanto como los sentimientos y la imagen que se tiene de la empresa por lo que simplemente centrarnos en las labores mecánicas puede suponer ignorar el verdadero potencial de nuestra organización y de nuestra profesión.
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