Hace algunos días ATA publicó un informe sobre el empleo autónomo en los menores de 30 años, elaborado a partir de datos publicados por Eurostat. No deja de ser sorprendente que en España con una tasa de paro del 34,7%, sólo el 4% se decidan por el autoempleo como salida profesional.
Es evidente, que a ese porcentaje habría que añadir un número indeterminado de economía sumergida de jóvenes que realizan una actividad profesional sin declararla. De todos modos, es evidente que hay que cambiar el modelo cultural de aversión al riesgo, más que nada, porque el mayor riesgo es no poder tener ni presente ni futuro y si el sistema no proporciona las oportunidades deseadas habrá que arriesgar para cambiar la situación.
En este cambio cultural, las instituciones educativas van a tener que jugar un papel determinante, y aunque no pretendo ser agorero, queda mucho por hacer. Pedir a gente acomodada como los profesores de primaria y secundaria con tres meses de vacaciones y unas jornadas laborales testimoniales que infundan a sus alumnos el espíritu emprendedor, es poco menos que una película de ficción.
La cosa se agrava cuando se siguen subiendo escalones y se observa que la mayoría de los profesores universitarios mantienen ese mismo patrón de conducta siendo incapaces de inculcar ese acervo empresarial que la juventud necesita urgentemente.
Las familias también han de asumir un rol relevante en este cambio de mentalidad. Es llamativo que si unos padres ven a su hijo con aptitudes para un deporte no les importe llevarle a un centro de alto rendimiento para hacer de él un atleta de élite, a pesar de ser conscientes de las remotas posibilidades de que pueda llegar a triunfar.
Sin embargo, si un chaval les comenta a sus padres que quiere ser empresario, la respuesta inmediata es que primero estudie y luego ya le llegarán las oportunidades. Craso error, la creatividad y el espíritu emprendedor hay que trabajarlos desde la infancia y si un chaval destaca por su curiosidad por la realidad y como intentar mejorarla, hay que prestarle tanto o más atención que si muestra una gran habilidad en el fútbol.
Es cierto, para este caso no hay centros de alto rendimiento que conviertan a un potencial emprendedor-empresario en un Amancio Ortega, pero el entorno familiar ha de atender ese interés y porqué no, intentar ayudarle a llevarlo a cabo.
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