Hay dos tipos de personas en todas las batallas: las que se mantienen en primera línea de fuego y las que se parten el pecho por estar en la retaguardia. Son dos posturas que se llevan en muchas facetas de la vida, ambas respetables, por supuesto, pero a mí no me gusta la gente de la retaguardia. Me gusta menos aún en las empresas.
Cuando hablo de retaguardia, me refiero a aquellos que nunca muestran su opinión, no son resolutivos, no tienen iniciativa, desempeñen la labor que desempeñen, no aportan absolutamente nada. Es gente que si abandona la organización por el motivo que sea, cuando pase un determinado tiempo, nadie se acordará de ellos en la empresa.
Este tipo de actitudes, esconder la cabeza al estilo avestruz para pasar lo más desapercibido posible, se agudiza mucho cuando se tiene miedo a la estabilidad laboral, miedo al error, al fracaso o a equivocarse. Estas personas no son las que necesita una empresa para salir adelante y mejorar su posición en el mercado.
La empresa requiere de la implicación máxima de todos sus componentes, de todas las áreas de la misma. Todos los miembros de la empresa deben dar lo mejor de sí mismos, tanto para acertar como errar. La empresa quesea capaz de conseguir este valor añadido al trabajo de sus empleados, y que estos trabajen con la confianza a no perder su trabajo por un error o una postura mal tomada, generarán una sinergia de trabajo mucho mejor que aquellas empresas represivas con la iniciativa de sus miembreos.
Se combinan dos factores peligrosos en estas situaciones: el miedo del trabajador con la mala gestión empresarial. Así se consigue empresas anquilosadas en sistemas de gestión del siglo XVIII. ¿Qué actitudes teneis en vuestras empresas?
Imagen | Eric Kilby
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