La economía en general y la economía de la empresa en particular, más que una ciencia es un ejercicio de sentido común, yo por lo menos lo entiendo de este modo. Una de las frases más retóricas, y que ya estamos tan acostumbrados escuchar que ni la prestamos la más mínima relevancia, es que la economía española no es competitiva.
Cuando algo se repite insistentemente deja de ser válido porque se convierte en un mero soniquete y en la actualidad, es lo que está empezando a pasar con el tema de mejora de la competitividad, el cambio de modelo productivo, la importancia de la innovación o la necesidad de impulsar el emprendimiento.
Realmente es algo necesario y a nadie se le escapa que evidentemente con el modelo económico que ha explotado la economía española en los últimos diez o doce años, en algún momento iba a tocar a su finito, lo que nadie se imaginaba que fuese a resultar tan virulento como acabó siendo. Cuando se intenta plantear un cambio de modelo, lo más importante es explicar y utilizar todos los medios y organizaciones sociales para intentar hacer accesible el mensaje que se pretende transmitir.
Desde mi perspectiva, esto no está ocurriendo cuando se plantean temas tan relevantes como la competitividad, la innovación, internacionalización o el emprendimiento (estos dos últimos se agravan con la paradoja de la financiación) ya que no se transmiten ni de una manera ordenada ni adecuada. Y lo que se consigue es difundir un mensaje difuso con la pretensión de que llegue a la gente y les convenza de su necesidad.
Una empresa puede mejorar su competitividad de múltiples maneras, desde el planteamiento del producto, por ejemplo, trabajando en el precio, en el coste, las características del producto o la distribución. Desde mi planteamiento, si quieres gastar dinero y tu tiempo te recomiendo un consultor externo, a quien tendrás que dedicar más tiempo del que te puedas imaginar a priori, para luego tener un precioso dossier de “obviedades”.
La alternativa, asumir el rol de que el mejor consultor de tu negocio eres tú mismo, porque nadie mejor que tu conoce lo que haces, cómo lo haces y las condiciones del mercado en el que operas. Pero eso no es óbice para que te acomantes y pierdas la ambición. El obligarse a diario ser exigente con uno mismo, replanteándose a diario cómo mejorar y ser más competitivo.
Las características que definen y dan sentido al producto/ servicio, es el elemento principal sobre el que debe girar la estrategia de competitividad, atendiendo como evolucionan nuestros competidores, sino también el mercado y los requerimientos de los consumidores. Un ejemplo puede ser la comercialización de un elemento básico de la alimentación, como es la leche. La comercialización de la leche UHT supuso todo un hito de cómo innovar y mejorar la competitividad.
Hoy por hoy, estar al tanto de las novedades que pueden afectar a nuestro producto/servicio se ha facilitado mucho gracias a Internet, pero además debemos contemplar a nuestros proveedores como auténticos partners e implicarles directamente en nuestrapolítica de innovación. Internet junto con las redes sociales presentan nuevas oportunidades de comunicación con los clientes y usuarios. Además, ofrece nuevas maneras de atender y satisfacer las necesidades del cliente, ya que es él mismo quien las propone.
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