En los últimos años están surgiendo gran cantidad de profesionales convencidos de que están en disposición de ofrecer el mejor activo con el que se cree que se puede contar en estos tiempos de crisis, la formación emprendedora. Haciéndonos creer que con un conjunto de seminarios, cursos e incluso másteres, podemos adquirir todo el conocimiento necesario como para diseñar una idea, desarrollarla, y alimentarla hasta crear una empresa.
Personalmente no soy muy amigo de los generalismos, porque entre todos los que se dedican a este tipo de asuntos pasa como en otras tantas esferas del mundo profesional, los hay buenos, regulares y malos, y aunque muchos programas para emprendedores son interesantes a nivel académico e incluso reflexivo, algunos adolecen del componente práctico que a mi juicio es el más importante, y no cuentan con él porque en realidad les falta 'experiencia emprendedora'.
En mi opinión este tipo de experiencia solamente se puede cosechar enfrentándonos al desafío incierto de emprender una aventura empresarial, que es realmente lo que nos dota de ese conocimiento y de los distintos escenarios a los que nos podemos enfrentar. Últimamente me da la sensación de que son muchos los que piensan que el emprendimiento es un atributo de la propia crisis o de los últimos años, pero no es así, porque emprendedores ha habido a lo largo de la historia de la empresa, y es más, ningún grupo empresarial de hoy ha llegado a ser lo que es hoy si en un momento dado del tiempo no se pasó por ello.
Por tanto, en el diseño de estos programas formativos se tendría que tener en cuenta lo anterior, de tal modo que a los conocimientos teóricos necesarios se les ha de dotar de casos y experiencias reales, que aunque no se pueden trasladar en su totalidad al alumno al tratarse de vivencias personales de sus empresarios, pueden ayudarnos a un posicionamiento mucho más enriquecedor de las dificultades y retos a los que nos enfrentamos.
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