El fraude tributario se da allí donde hay dinero y existe el fisco. Una nueva muestra de su existencia podemos verla estos días en los medios de comunicación. Se trata de una trama de fraude fiscal ocurrida en Alemania, con tintes de película de ficción en la que las autoridades alemanas llegaron a pagar a un secreto informador la cantidad de cinco millones de euros, por una lista con los supuestos infractores germanos. En este fraude participaba, según las informaciones publicadas, el ex presidente del Deutsche Post, Klaus Zumwinkel, y consistía básicamente en la evasión de capitales a un banco del principado de Liechtenstein.
Como me he quedado asombrado por el importe pagado a la fuente por dicha información secreta, he decidido revisar la legislación tributaria española, y he podido comprobar que si bien sí existe la posibilidad de realizar una denuncia tributaria, incluso de forma telemática (¡qué modernos!), no se prevé el abono de importe alguno por este concepto.
El denunciante, deberá considerar que la denuncia no es anónima, sino que deberá facilitar sus datos, y las circunstancias por las que conoce el fraude al erario público, además no será informado del desarrollo de la misma ni de su resultado.
Por cierto, independientemente de la realización o no de denuncias, debemos recordar que existe un deber de colaboración para con la Agencia Tributaria (Art. 93 Ley General Tributaria).