Cuando estalló la crisis en España, todos los analistas económicos casi sin excepción llamaron la atención sobre los dos grandes lastres de la economía española: el elevado nivel de deuda de los hogares y de las empresas que lastraba dos de los grandes motores del crecimiento de cualquier economía: el consumo y la inversión.
En el año 2010 se registraba el mayor nivel de apalancamiento de las sociedades no financieras, que se situaba en el 142,5% del PIB. Sin embargo, a partir de ese momento, la deuda se ha reducido en 16 puntos básicos, hasta el 126% del PIB. ¿Qué ha provocado este desapalancamiento?
Por un lado, la sequía de crédito ha hecho que muchas empresas se vean obligadas a buscar formas alternativas de financiación al crédito bancario, lo que ha provocado un descenso automático del nivel de deuda privada en la economía.
Por otro lado, las medidas adoptadas por Hacienda, orientadas a desincentivar fiscalmente el endeudamiento, también han ayudado a que la deuda se reduzca. Entre ellas, destacan la limitación a la deducibilidad de los gastos financieros y los incentivos a la capitalización empresarial por la nueva deducción por reinversión de los beneficios empresariales.
Cabe pensar que, gracias a las medidas adoptadas dentro del marco de la reforma fiscal que entrará en vigor en Enero, la deuda privada seguirá descendiendo. Por un lado, al mantener la limitación a la deducción de gastos financieros en el equivalente al 30% del beneficio operativo y, por otro, al incluir nuevos incentivos a la inversión por reserva de capitalización.
Estos datos contrastan con la evolución de la deuda pública, en claro ascenso desde que comenzara la crisis; una deuda pública que lastra el crecimiento empresarial, ya que se destina el ahorro a financiar a las Administraciones Públicas en lugar de ser utilizado en usos más productivos.
No obstante, el nivel de deuda empresarial se sitúa en niveles de 1998, lo que sin duda constituye una buena noticia para las pymes.
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