Actualmente nos encontramos en una época en la que los planes futuros se muestran inciertos, hasta el punto de que no podemos garantizar que las operaciones, los planes, o que el negocio vaya a seguir manteniendo su actividad a tan solo un año vista.
En esta época del año nos encontramos en las fechas más típicas de la evaluación del desempeño, en la que los directores y gestores de personas se reúnen con sus subordinados para analizar el cumplimiento de los objetivos del año, al tiempo que debaten sobre el plan de carrera y las pretensiones de estos. Un ejercicio fiscal más, la mayoría de las empresas lo han vuelto a tener muy complicado el abordar sus planes y previsiones, lo que deriva en que los planes de carrera y de desarrollo de los profesionales se muevan mucho más despacio.
Bajo estas circunstancias, en muchas más ocasiones de las que nos puede parecer, algunos gerentes buscan compensar con hipotéticas recompensas futuras la escasez de compensaciones presentes, lo que finalmente acaba en desánimo y frustración, una situación muy poco deseable para la organización.
Lo más sensato en coyunturas de este tipo es ser lo más honestos posibles, evitando prometer lo que no estamos en disposición de dar, porque al final se nos volverá en nuestra contra. Tal vez, algunos de los que lo practican, lo hagan porque no tienen agallas para transmitir la realidad a sus subordinados, pero no hay nada peor que contar medias verdades.
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