En la época actual estamos asistiendo a un endurecimiento del régimen disciplinario en muchas empresas, una tendencia que ha ido creciendo ante el deterioro de la actividad económica y las presiones que se producen por la rigidez de algunas políticas de recursos humanos. Hoy quiero centrar el foco de atención en aquellas normas que rigen lo que se denomina 'patrón de conducta' o simplemente protocolo a la hora de desempeñar nuestras funciones dentro de la misma.
Algunas de estas normas recogen la intolerancia respecto a ciertos comportamientos o acciones que reiteradamente realizamos en el día a día sin darnos cuenta o no. También es cierto que en muchas ocasiones nos vemos 'forzados' a pasar por alto alguna de ellas para lograr los objetivos de una manera más eficaz, e incluso porque los procedimientos establecidos no favorecen los cauces de comunicación y resolución más eficientes.
A pesar de que muchas veces es conocido que se pueden dar este tipo de situaciones, se ha de prestar especial cuidado a su cumplimiento, porque en muchas empresas parece primar la forma sobre el fondo, y en caso de conflicto en una cuestión de este tipo ya son conocidas sus consecuencias.
En este sentido quiero enfatizar sobre si las normas y procedimientos han de dirigir los equipos hacia la consecución de los mejores resultados, o si tan solo se queda en un mero mecanismo de control que limite o entorpezca el día a día de los colaboradores.
Para evitar esta disyuntiva, que se plantea en muchos más casos de los que puede parecer a priori, hemos de reflexionar sobre cómo fijamos las normas en nuestra empresa, de si son razonables y si mediante su cumplimiento logramos encaminar las acciones, los planes y los procesos en torno a la eficacia y la eficiencia, que son quienes sientan las bases para desencadenar los buenos resultados que toda empresa persigue.
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