¿Un buen emprendedor es aquel que no mira el reloj y que vive por y para su proyecto? Dicho de otro modo: ¿Quien dedica tiempo a su familia o sus aficiones es un mal emprendedor que no es digno de llevar a gala ese nombre? En la era de la hiperconectividad, en la que la oficina ya es cualquier lugar donde haya cobertura 3G para el smartphone o la tableta, resulta una tentación no desconectar. Pero, ¿realmente eso es un signo positivo?
Se puede partir de la base de que cualquier emprendedor que arriesga su tiempo (y su dinero) en poner en práctica una idea no quiere, en absoluto, ver fracasar su proyecto. Puede parecer una obviedad pero escuchando algunas opiniones es bueno aclararlo. No es difícil de entender que quien da el paso de salir de su zona de confort y luchar para cubrir esa necesidad del mercado no tiene en su mente la palabra perder.
Dejando claro ese extremo, caben las preguntas con las que se inicia este post después de leer muchos tuits, algunos de ellos firmados por emprendedores e inversores importantes en nuestro país, en los que se plantea la relación obligatoria entre la adicción al trabajo o la inexistencia de horarios laborales/profesionales y el éxito de una iniciativa empresarial.
¿Situación actual de la adicción?
Antes de plantear una posición respecto a ello, es interesante analizar las cifras que hay hoy en el mercado laboral español. Un estudio elaborado por investigadores de la Universitat Jaume I de Valencia concluye que en España hay un 4,6% de adictos a su trabajo. Son aquellos que afrontan sus tareas diarias de manera absolutamente compulsiva.
No se trata de un porcentaje significativamente alto, aunque el problema llega cuando se mira al horizonte. En ese mismo estudio auguran que en los próximos tres años esa cifra podría ser casi el triple (11,8%). El incremento puede ser muy importante y confirmarse como una de las enfermedades laborales y sociales más destacadas.
La tecnología no ayuda
En este contexto, la tecnología no ayuda especialmente. Su desarrollo ha permitido avances impensables hace tan sólo una década, pero también ha implicado una hiperconexión que puede resultar, a todas luces, contraproducente si no se ponen ciertos límites. La oficina ya no tiene por qué ser el lugar de trabajo tradicional, sino que cualquier espacio con cobertura 3G o wifi puede hacer las veces gracias a los smartphones o tabletas.
Consultar el email profesional a deshoras, alargar la jornada laboral hasta bien entrada la madrugada para completar algo que, para ti, es inaplazable; rechazar los descansos, aunque ello implique rechazar también el contacto con la familia o los más allegados... ¿Qué ocurre si, realmente, es eso lo que te llena, con lo que realmente te sientes vivo?
¿Fuerte implicación = adicción?
Dejando claras las cifras, sería bueno aclarar cuál es el punto en el que se puede señalar a alguien como un ‘workaholic’, esa línea roja que, se diga lo que se diga, puede ser muy peligrosa. Los investigadores valencianos hablan de un comportamiento compulsivo, de cierta obsesión a la hora de afrontar el día a día en el trabajo.
¿Es, por tanto, alguien implicado firmemente con su proyecto o con su empleo un adicto? En absoluto. Esa implicación, esa fuerte vinculación que puede tener un emprendedor con el proyecto que él mismo ha liderado no debe por qué desembocar en una adicción al trabajo. Esta tipología representa ese trabajador ‘engaged’ o muy unidos a la tarea diario, con la que se sienten bien y se divierten.
Cada persona es libre para fijar sus prioridades vitales, sus horarios y sus planificaciones. Faltaría más. Que poner en marcha un proyecto empresarial desde cero resulta agotador y requiere un esfuerzo ímprobo no se pone en duda. Pero identificar el emprendimiento con la adicción al trabajo y todo lo que ello implica puede resultar peligroso.
En Pymes y Autónomos | "Curroalcohólicos": jefes adictos al trabajo Imagen | Patrick Gensel