Una vez más, es noticia que dormir la siesta, una costumbre en principio autóctona, resulta beneficiosa para los trabajadores. Sin distinción de nacionalidad.
La jornada partida, conlleva que tras comer, el rendimiento baje. Pura lógica. En todas las empresas no se pueden permitir parar para descansar, porque hablamos de desconectar, no de comer. El cerebro necesita reponer fuerzas y ya son muchas las organizaciones que permiten que sus empleados duerman unos minutos.
Por experiencia propia, cuando he trabajado en un lugar donde debía quedarme a comer, sin ser 'seguidora' de la siesta, admito que desde las tres de la tarde a las cinco, la concentración disminuía.
Algunas personas, aunque sólo sean quince minutos, cuando llegan a casa, a pesar de tener que regresar al trabajo, necesitan cambiarse de ropa, y cerrar los ojos unos minutos. Nuestro ritmo circadiano si funciona bien, nos agradecerá una pausa no mayor de 20 minutos.
La noticia hoy es que muchos trabajadores admiten que dormirían en su puesto de trabajo si éste estuviera acondicionado para ello, y por supuesto, si estuviera permitido.
Los científicos han llegado a la conclusión de que este pequeño descanso es positivo. Basta con preguntar a una persona que se levante a las seis de la mañana, si descansar entre 15 o 20 minutos después de comer le va a ayudar a mantener el ritmo durante las horas restantes de la jornada.
La memoria, la mejora en la atención, y la disminución de errores son responsables de poder dormir la siesta, pero no en cualquier lugar, sino en uno donde al menos, se pueda estar medianamente cómodos. ¿Una utopía? Tal vez, pero si los números lo dicen, ¿No será mejor para la empresa contar con trabajadores que no cabeceen durante la tarde y por lo tanto, rindan?
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Imagen|Javi Sánchez de la viña