Uno de los cambios más importantes cuando alguien da el salto de emprender un proyecto empresarial es la independencia, tanto para guiar su vida profesional como para tomar decisiones. Pero es en este último aspecto donde radica la dificultad: tras años acatando órdenes y aceptando las decisiones de tus superiores se antoja complicado desarrollar una capacidad de decisión suficiente para afrontar el día a día de una empresa.
Esa dificultad viene motivada, principalmente, por el miedo a equivocarse. Para tratar de mitigarlo, es importante saber que errar entra dentro del guión y que el método ensayo-error es, quizá, el más seguro en un escenario tan cambiante como el actual. Es por eso que lo primero que el emprendedor primerizo debe saber es que no acertar a la primera no es que sea posible, sino que entra dentro del terreno de lo muy probable.
Es aquí, en este punto, en el que se ve claramente la importancia de no atarse a un plan de negocio, como si de una cadena se tratara. Lo hemos hablado en alguna ocasión: que los planes previos no te impidan ver el bosque que tienes justo delante.
Superado ese miedo a equivocarse se debe valorar en su justa medida la importancia de las decisiones en el día a día. La vida de un proyecto empresarial está plagada de elecciones, unas más complejas y otras más sencillas. Se debe aprender a separar unas de otras y, por tanto, dedicarle el tiempo que necesitan. ¿Por qué? Simplemente porque si todas se incluyen en el grupo de ‘Trascendentales’ no se avanzará a la velocidad deseada y se perderá tiempo y muchas energías.
Dar el paso de iniciar un proyecto empresarial es sólo el principio de un camino en el que las decisiones tienen un papel fundamental. Ser incapaz de tomarlas o eternizarlas en el tiempo debe hacerte reflexionar sobre si tú estás preparado para esa nueva etapa.
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