En todo este tiempo hemos hablado en este blog sobre el teletrabajo, sus ventajas y desventajas, los trucos para aprovechar el tiempo o sobre los que decidieron dar un paso atrás y desplazarlo como núcleo central de su estrategia en la gestión de equipos. Como en todo, no hay principios absolutos, ni planteamientos replicables, ni verdades inamovibles. Pero, después de todo este recorrido, mi conclusión es clara: ¿Teletrabajo puro? No, mejor como parte de la estrategia.
A un lado, quienes dan esos pasos atrás, como forma de recuperar la esencia del equipo, muchas veces perdida entre correos electrónicos o frías videoconferencias. Al otro, muchos de los defensores que se desgañitan destacando, exclusivamente, el lado más positivo de la historia. Y en el centro, aunque a priori parezca que no, hay sitio.
Y hay sitio porque cuanto más tiempo pasa, es más fácil llegar a la conclusión que un modelo híbrido, con jornadas en casa y otras en el centro de trabajo, es la opción más lógica. Para aprovechar las potencialidades de los dos sistemas: el contacto físico para crear equipo y mejorar la conexión de los miembros y la conciliación laboral y personal y la libertad de horarios.
Quizás este sistema no permita el ahorro de costes tan perseguido por algunos. Pero ese déficit se puede suplir con un incremento de la productividad en un equipo cohesionado y unido, pero también con la libertad y flexibilidad suficiente para afrontar con más fuerza los objetivos marcados.
Siempre he pensado que en muy pocas facetas de la vida hay blancos o negros, o extremos separados por casi un abismo. En la organización y gestión de equipos, tampoco lo creo. Por eso, la mejor recomendación es que no te tomes al pie de la letra ni a quien destaca sólo las bondades, ni a quien lo destierra. Seguramente, ninguno de los dos llevará toda la razón.
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